Quintanadiez de la Vega, pueblo en que nació Víctor. |
Aunque
Víctor falleció el 21 de febrero de 2012, nos sigue hablando a través de sus
escritos espirituales en los que, de manera directa o indirecta, ha volcado su
experiencia cristiana. Comenzamos con sus escritos más íntimos, es decir, los autobiográficos.
Pudiéramos darlos a conocer en su totalidad y luego comentarlos, pero como ya
están publicados en “Vida impactante de un cristiano de a pie” y en el
folleto “Víctor. Sonrisa de paz”, consideramos más práctico poner alguna
o algunas frases, dependiendo de la densidad de su contenido, destacándolas en
letra cursiva y negrita y comentar o explicar todo lo que nos puede decir en
tan pocas palabras.
Tengan
en cuenta que estos escritos autógrafos los escribió cuando su experiencia
espiritual había llegado a su plenitud y que, por lo tanto, le sucede como a
Teresa de Jesús, que mira su pasado con ojos y criterios distintos a los
nuestros. Se ha dado cuenta de que todo lo que le ha acontecido en su vida, incluidas
las pruebas y sufrimientos, ha sido pura gracia de Dios, que en su providencia
lo ha permitido y ordenado para llevarle poco a poco hacia la santidad. Y por
todo le da gracias.
“El
tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera ruin, con
lo que el Señor me favorecía, para ser buena” (V. 1, 1). Así comienza Santa
Teresa su famosa autobiografía, dando gracias a Dios por haberla dado unos
padres creyentes y virtuosos que la encaminaron desde su infancia hacia la
virtud.
Los
padres que Dios me dio, tanto me quisieron, que hijo de la Iglesia me hicieron.
Esta me recibió. El bautismo me otorgó. Aún no sabía andar y a misa en brazos
me llevaban. En familia el rosario todos los días se rezaba. Estas son
las palabras con las que inicia Víctor sus escritos autobiográficos. No hay que
hacer muchos esfuerzos para descubrir su coincidencia con Santa Teresa. ¡Qué
bello detalle comenzar por reconocer que, gracias a la fe y al cariño de los
padres que Dios le dio, debe todas sus bendiciones!
De
sus padres podía haber resaltado sus dotes naturales, pues a pesar de ser
agricultores, fueron muy honestos, caritativos, colaboradores con los demás
vecinos, queridos y respetados por todos, etc. Pero es el momento de dar
gracias a Dios por haberle concedido, sobre todo, unos padres virtuosos y
creyentes que con su ejemplo le acercaron a la Iglesia y le hicieron ver que
Dios es Todo, que “sólo Dios basta”.
¡Qué
bien entendió y cumplió los consejos del Eclesiástico!: “Dios hace al padre
más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre la
prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre
acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando
rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida; al que honra
a su madre, el Señor le escucha” (Eclo. 3, 3-7).
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