San Francisco con el hermano lobo |
Al
hablar de florecillas, lo primero que nos viene a la mente son las “florecillas
de San Francisco”. El encanto de sus narraciones, su espontánea
comunicación con todos los elementos de la creación, incluido el hermano lobo,
nos llevan sin sentirlo a pensar en la belleza de la creación tantas veces
oscurecida por la actuación del hombre. San Francisco y sus primeros compañeros
vivieron y transmitieron ese amor, armonía y comunión del hombre con la
creación, conforme a los designios de Dios al poner a Adán y Eva al frente de
la creación.
San
Juan de la Cruz, en el “Cántico Espiritual”, tiene una bella estrofa en
que el alma, en su ansiosa búsqueda de Dios, se dirige a la creación en busca
de noticias de su autor: “¡Oh bosques y espesuras, /plantadas por la mano
del Amado! /¡Oh prado de verduras /de flores esmaltado!, /decid si por vosotros
ha pasado”.
Y
añade un comentario para resaltar que tanta belleza y tanta variedad de
criaturas, “sola la mano del Amado Dios pudo hacerlas y criarlas, porque,
aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles y de
los hombres, ésta, que es criar, nunca la hizo ni hace por otra que la suya
propia”, para que el alma se mueva al amor de su Amado Dios.
Y al
referirse al prado de verduras de flores esmaltado, recuerda que en la
liturgia de difuntos se pide a Dios ponga sus almas “entre las verduras
deleitables”, o prado de verduras del Reino del cielo, y compara a
“las flores con los ángeles y almas santas con las cuales está ordenado aquel
lugar y hermoseado como un gracioso y subido esmalte de un vaso de oro
excelente”.
Hermosa
la comparación que hace de las flores con los ángeles y las almas santas,
porque embellecen el cielo. Pues esa misma misión podemos decir que cumplen las
flores en la tierra. Gracias a ellas el mundo es más bello. La extensa gama de
olores y colores que las flores poseen, estimulan nuestros sentidos y nos
invitan a contemplarlas siempre con admiración y nos elevan a soñar con un
mundo nuevo en que todo sea embellecido.
En
la vida de cada uno de nosotros hay mucho esfuerzo, mucho sacrificio, momentos
tensos, dificultades a cada paso, pero aún en la vida del más desgraciado,
surgen cosas bellas y agradables que contribuyen a hacer más grata la vida
propia y la de los demás. Se trata de pequeños detalles, como una palabra de
aliento, un abrazo, una sonrisa, un acertado consejo, el encuentro con una
persona cercana que nos alienta y da esperanza, etc. Son como pequeñas flores
que embellecen nuestra vida.
En
la vida de Víctor, hubo “un prado de verduras”, es decir, una vida de
entrega total e incondicional al Señor y a la práctica de las virtudes desde el
momento de su conversión, auténticos frutos de santidad; pero de “flores
esmaltado”, es decir, una vida llena también de pequeños detalles,
anécdotas y hasta despistes, que contribuyen a hacer aún más bella y grata su
figura.
De
esos pequeños detalles, anécdotas y despistes, es de lo que trataremos en “las
florecillas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario