Casa de Asunción en la Plaza del Mercado en Medina del Campo |
Ya
en el mes de septiembre abrimos esta sección para darles a conocer un hecho, al
parecer milagroso, obrado por Víctor en la ciudad de Palencia al devolver el
habla a una hermana carmelita misionera teresiana que se había quedado muda tras
sufrir un derrame cerebral. Una compañera suya hizo una novena a Víctor para
que el Señor por su intercesión la devolviera el habla y el mismo día que
concluyó la novena, comenzó a hablar.
Retomamos
el tema de “gracias y favores” recordando el primer caso que conocemos
de los atribuidos a Víctor después de su muerte, que por cierto está
relacionado con la salud de su esposa Asunción Merino.
La
noche del 5 de noviembre de 2012, el año en que había fallecido su esposo,
sintiéndose muy mal, intentó levantarse e ir al baño en busca de alivio, pero
cayó al suelo fulminada por un ictus sin poder moverse ni gritar. Así pasó
varias horas, tirada en el suelo sin recibir ningún auxilio, pues el único que
hubiera podido ayudarla era su hijo Luis Fernando que vivía con ella, pero
estaba profundamente dormido. Cuando de madrugada despertó y encontró a su
madre en ese lamentable estado, llamó a una ambulancia que se hizo enseguida
presente y la llevó al hospital de Medina del Campo.
Ya
en el hospital, los doctores que la atendieron y prestaron los primeros
auxilios, vieron que la situación era tan grave y delicada, que optaron por
enviarla al Clínico de Valladolid. Allí, en el Clínico Universitario, la
hicieron todo tipo de pruebas para ver las secuelas que podían haber quedado especialmente
en el cerebro y al no encontrar ninguna, sin intervenirla, la dieron de alta.
Asunción
atribuyó desde el primer momento su curación a una gracia especial del Señor
por mediación de Víctor su esposo y le dio gracias al Señor por no haber
quedado inválida de por vida, como suele suceder en casos semejantes, ni dejar
secuelas en el cerebro, algo que, según los especialistas, es muy extraño, ya
que desde que cayó fulminada por el ictus hasta que pudo recibir los primeros
auxilios habían pasado muchas horas.
Han
pasado ya varios años y Asunción sigue con la mente lúcida y camina con
normalidad, con las limitaciones propias de su edad, pues ya ha cumplido los
noventa y uno. Se cansa bastante, como es normal, pero casi todos los días se da
un paseo con su hija Begoña, algo que no pueden hacer la mayoría de los que han
llegado a esa edad.
Asunción
considera milagroso no solamente que por intercesión de Víctor se haya liberado
de las terribles secuelas que suele dejar el ictus, sino también el haber
llevado con tanta paz como llevó todas las intervenciones médicas a las que fue
sometida, algo muy extraño en ella, pues –como reconoce- siempre se ponía muy
nerviosa en estas situaciones.
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