miércoles, 27 de diciembre de 2017

Florecillas La última hija

Víctor y Asunción con su nieta Laura

Cuando Víctor, al fracasar su negocio de avicultura en Medina del Campo tuvo que trasladarse con toda su familia a Madrid, que es donde encontró un puesto de trabajo en la fábrica Embotelladora de Pepsi Cola, se instaló en una casa muy pequeña en el barrio Oroquieta, como eran generalmente todas las casas de ese barrio de trabajadores venidos en su mayoría de otras poblaciones en busca de trabajo en la Capital.

Desde el primer momento les resultó difícil la adaptación, especialmente a sus seis hijos, acostumbrados a vivir bien, a disponer de amplios espacios y comodidades y ahora tener que adaptarse a un espacio tan reducido, con sólo tres pequeñas habitaciones y un cuarto de baño para toda la familia.

En esas circunstancias llegó Eva, la última de las hijas, la única madrileña de la familia. Cuando Asunción se dio cuenta del embarazo sintió alegría sí, pero a la vez una profunda preocupación, que nos parece muy normal: ¿Dónde encontrar espacio para una nueva criatura en una casa tan pequeña? Con esa preocupación se acercó a Víctor para decirle: “¡Otro hijo más! ¿Dónde le vamos a meter?”.
 
Niño recién nacido
Asunción fue siempre muy generosa y nunca se quejó de tener tantos hijos, al contrario, más de una vez manifestó que le hubiera gustado llegar a la docena, aunque en alguno de los partos lo pasó francamente mal, especialmente en el último, en que estuvo a punto de morir y tuvieron que trasladarla urgentemente de Medina del Campo a Segovia, donde se encontraba el ginecólogo de su confianza que la atendía en estos casos. Pero una cosa era el deseo de tener una docena de hijos y otra muy distinta la posibilidad de poder brindarles unas condiciones de vida digna, debido a las circunstancias en que vivían.

La respuesta de Víctor, acompañada de su habitual sonrisa, no solamente la tranquilizó, sino que la llenó de paz y esperanza: “No te preocupes, seguro que tendremos más sitio donde ponerla que lo que tuvo el Niño Jesús”.
 
Nacimiento de Jesús en la cueva de Belén
Así respondía este hombre de fe. Si Jesús, Dios creador de todo cuanto existe, quiso no solamente humillarse, sino, como dice San Pablo, “anonadarse” hasta el punto de asumir nuestra naturaleza y nacer, no en una casa tan sencilla como la suya, sino una cueva convertida en establo, ¿por qué preocuparse? ¿Por qué no asemejarse a Él? A esto se llama tener fe y confiar en el Señor.

El nacimiento de la última hija se convertía de ese modo, no en una carga que habría que aceptar con resignación, sino en la mayor bendición que podía recibir el hogar. Y así fue. Su nacimiento les llenó a todos de alegría y no cesaban de dar Gracias a Dios por esa nueva bendición. ¡Y vaya si hubo sitio para ella!



No hay comentarios:

Publicar un comentario