Amanuense en su escritorio |
¿Tuvo Víctor capacidad para escribir de
cosas de oración, de virtudes y hasta de experiencias místicas?
Es curioso que, a pesar de su escasa
formación -sólo la elemental que se ofrecía en las escuelas de los pueblos- ya
que las circunstancias familiares le impidieron acceder al bachillerato, nos
haya dejado unos escritos, no muchos, pero muy significativos que nos pueden
ayudar a descubrir sus experiencias espirituales y servirnos de orientación en
nuestra búsqueda de la perfección cristiana.
La verdad es que, esa deficiencia de
formación la suplió con lecturas, especialmente relacionadas con la
espiritualidad y con la Iglesia. Su hija Begoña nos informa: “Leía mucho
lecturas de libros espirituales; por supuesto las Obras de sus grandes maestros
San Juan de la Cruz y Santa Teresa. También leía todo lo referente al Carmelo
Descalzo Seglar al que pertenecía. Estaba suscrito al L´Osservatore Romano.
Cada semana recibía el periódico del Vaticano en el buzón de casa. Después de
leerlos los guardaba por meses y los llevaba a la Parroquia. Estaba muy bien
informado de todo lo referente a la vida de la Iglesia. Se leía todas las
encíclicas, cartas apostólicas, etc.”.
Bolígrafo, utensilio de Víctor en sus escritos |
El estilo de sus escritos es coloquial. Lo
hace como si estuviera hablando con las personas destinatarias, excepto cuando
escribe para sí mismo para no olvidarse de sus vivencias espirituales. Nunca se
preció ni buscó escribir bien, que lo hubiera considerado como una vanidad,
sino comunicar bien y expresar con claridad lo que quería transmitir a sus
destinatarios, pues siempre escribió a petición de esos destinatarios, excepto
en los que denominamos “Hechos de vida o Autobiografía”.
Asiduo lector de los santos carmelitas, a
cuya orden pertenecía como miembro seglar, conoció muy bien los escritos de
Santa Teresa de Jesús, de Santa Teresita del Niño Jesús, de Santa Isabel de la
Trinidad, etc., pero quien marcó su espiritualidad fue San Juan de la Cruz.
San Juan de la Cruz escribiendo sus obras |
Su padre, Daniel Rodríguez, labrador, pero
bastante culto por ser hijo de maestro, en invierno, cuando las tareas
agrícolas cesaban y los días eran muy fríos e invitaban a cobijarse junto a la
lumbre del hogar, gustaba de leer las obras de San Juan de la Cruz sentado
junto al fogón de la cocina. Sus hijos fueron testigos de ello, pues a veces hasta
les hacía comentarios de esas lecturas. ¿No surgiría ahí su preferencia por
este santo?
Especialmente en los “Hechos de vida o
Autobiografía” su influjo es evidente, no sólo en su experiencia mística sino
hasta en los modos de expresarse, con frases que a veces son tomadas casi al
pie de la letra de San Juan de la Cruz a quien siempre consideró su padre,
maestro y guía espiritual.
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