Parroquia de San Miguel de Medina del Campo en que se celebraron sus exequias. |
A su hija Begoña, impactada por la soledad en que sobrevino
la muerte de su padre, debemos la
siguiente reflexión:
“El último mes y medio de su vida lo vivió en una
residencia geriátrica. Fue obligado llevarle allí, en contra de la voluntad de su esposa, no sólo de ella, sino
en contra de sus hijos, pero dado lo avanzado de su enfermedad, en casa no
podía tener los cuidados necesarios, ya que era peligroso para él. Allí fue
donde Nuestro Señor fue a buscarle para llevarle con él para premiarle todo lo
que había hecho por amor suyo.
El 21 de febrero de 2012 nos llamaron por teléfono para
decirnos que había fallecido. Murió de la misma manera que había vivido:
escondido en Cristo. Víctor estuvo encamado tres días antes de su muerte. Le
habían puesto una sonda nasogástrica para administrarle alimento. Tenía hacía
años una bolsa de diuresis.
La residencia donde falleció se encuentra situada a las
afueras del pueblo. Murió como Jesús, a las afueras de la ciudad. Murió de
madrugada y se encontraba solo, sin ninguna compañía humana, ni la de sus
familiares. Dios no permitió que le acompañara ningún ser querido, a pesar de
que a diario recibía la visita de su esposa y nunca faltaba, en los fines de
semana, la presencia de sus hijos y sus nietos que venían desde Madrid a
visitarle.
Fue la noche del 21 de febrero cuando el Señor le llevó a
la casa del Padre a premiarle tanto como había hecho por amor suyo. Falleció
por la noche, sólo con Jesús, María y José.
Dios eligió a buscarle de noche, de madrugada, como
cuando en casa hacía oración, o estaba ante el Santísimo el 21 de cada mes
siendo adorador. Nadie presenció su muerte. Él, que había vivido sólo para Dios
en silencio y soledad, en silencio y en soledad murió. Solo con Dios”.
A última hora de la tarde le habían visitado dos de sus
hermanos, algunos familiares cercanos y su esposa Asunción, que se quedó en la
residencia hasta que se lo permitieron.
Cuando en 1987 el médico le recomendó operarse y se negó, el
doctor le dijo en privado a su hijo José, que de no hacerlo corría el riesgo de
morir en un año. Cuando su hijo se lo comunicó, su respuesta fue: “¿Por
qué no me lo dijo el médico a mí, si yo estoy deseando ir al cielo?”.
Pero tomó buena nota y pronto escribió a su hija Eva, carmelita
descalza en Sabarís, monasterio que en esas fechas tenía una pequeña imprenta
instruyéndola sobre su esquela y lo que debían poner en su recordatorio.
Nací a la luz del suelo el día 12-4-1925. Nací a la
luz del cielo (………….) Conmigo alegraos por haberme Dios llevado. Gloria a Dios
por los padres que me dio que me hicieron cristiano. Esposa, Asunción Merino
Cuadrado, Dios nos unió y nunca nos separó.
Pone a continuación los nombres de sus hijos, nueras,
yernos, nietos y hermanos y concluye:
Ruego oraciones y misas por mi purificación.
En la Iglesia milité.
En el Carmelo moré.
En fe ciega caminé.
En esperanza viví.
La caridad me abrasó.
También dejó escrito como quería que fuera su tumba y la
inscripción que debían poner.
Autógrafo de Víctor sobre su sepultura y epitafio |
No hay comentarios:
Publicar un comentario