Santa Teresa de Jesús |
Con la palabra “Conversión” se expresa el
cambio de una vida cristiana compatible con nuestros egoísmos a una vida de
entrega incondicional a Cristo para hacer siempre su voluntad. Es el caso de
Santa Teresa que, llevando ya años de religiosa y hasta de religiosa ejemplar,
un día, ante la presencia de un Cristo muy llagado, se convirtió, pues en ese
momento cayó en la cuenta de que estaba así por sus pecados y que había pasado
esos sufrimientos por ella. Experimentó su amor misericordioso y cambió de
vida.
Tenemos en España otros ejemplos de creyentes
de los que se habla de conversión y de conversión por circunstancias semejantes
a las de Víctor, como San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja.
San Ignacio de Loyola |
San Ignacio de Loyola fue un buen creyente que compaginaba su vida de fe con su vida social, hasta que, defendiendo la ciudad de Pamplona fue herido y a consecuencia de las heridas tuvo que permanecer largo tiempo de convalecencia, que trató de sobrellevar con lecturas de libros de caballerías. Al faltarle sus libros preferidos, le ofrecieron libros de la vida de Cristo y vidas de santos. Poco a poco notó que mientras leía libros de caballerías se sentía alegre, pero al concluirlos se sentía vacío, mientras que las lecturas de vidas de Santos le animaban mientras leía y se prolongaba su alegría. Al comprobar esa diferencia cayó en la cuenta de que lo único capaz de dar felicidad era seguir a Jesús como lo hacían los santos. Y cambió de vida.
San Francisco de Borja |
San Francisco de Borja, Duque de Gandía, Virrey de Cataluña y Caballerizo Mayor de la Emperatriz Isabel a quien admiraba por su belleza, al morir la Emperatriz muy joven en la ciudad de Toledo y tener que acompañarla hasta Granada para enterrarla en la capilla de los reyes, al abrir el ataúd para certificar que era la emperatriz Isabel la que enterraban y ver su cuerpo ya descomponiéndose dijo: “No puedo jurar que ésta sea la emperatriz, pero si juro que es su cadáver lo que aquí ponemos…Juro también no más servir a señor que se pueda morir”. En ese momento cayó en la cuenta de que hasta la belleza y el poder terminan en nada y que solamente servir a Dios merece la pena. Y cambió de vida.
El mismo P. Juan Jesús señala su cambio
radical: “Supe posteriormente que fracasaron espectacularmente todos sus
negocios, afectados por la crisis nacional e internacional del sector avícola,
replanteándose completamente toda su vida, hasta producir en él una auténtica
conversión espiritual”.
Gracias a la quiebra de sus
negocios en los que había puesto su confianza, cayó en la cuenta de
que todo lo humano es inseguro y que solamente en Dios podía confiar
plenamente. Y cambió de vida.
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