miércoles, 27 de septiembre de 2017

Conversión III – Y cambió de vida

Conversión de San Pablo


En la historia de la Iglesia contamos con numerosos ejemplos de grandes y llamativas conversiones, como la de San Pablo camino de Damasco, la de San Antonio Abad primer ermitaño, la de San Agustín, la de San Francisco de Asís, la de santos españoles como San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, por mencionar algunos.


¿Podemos enmarcar la conversión de Víctor entre las conversiones que llevan a la santidad? ¿Podemos afirmar de él: “y cambió de vida”, como hicieron esos santos?


La conversión de Víctor, como la de los santos mencionados, fue de lo más auténtica. La pérdida de sus bienes materiales siempre la consideró como una gracia muy especial del Señor, que le liberó del apego a los bienes terrenales y le concedió fortaleza y perseverancia para llevar esa liberación hasta el final.


En su conversión se cumplieron las palabras que el Señor nos dice en la Carta a los Hebreos: “Pues aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes, no renunciéis pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa” (Heb. 10, 34-35). Pocos ejemplos encontraremos de creyentes que hayan aceptado con tanta alegría la confiscación de sus bienes y hayan mantenido esa alegría durante toda su vida. Por eso podemos afirmar de Víctor, como afirmamos de esos santos: “Y cambió de vida”.

P. Juan Jesús Sánchez, confesor de Víctor 


El P. Juan Jesús Sánchez, tantas veces mencionado con motivo de su conversión, nos traza una breve semblanza del nuevo Víctor surgido tras ese cambio de vida: “Vivía plenamente centrado en su familia y en su nuevo trabajo, dedicando el mayor tiempo posible a su vida cristiana: sacramentos, especialmente la Eucaristía diaria, los ejercicios espirituales, la oración y el cumplimiento fiel de su ideal de terciario carmelita y adorador nocturno, procurando cumplir al mismo tiempo sus compromisos cristianos a favor de la justicia, el bien común y los más pobres y necesitados”.


El cambio de vida, el camino hacia la santidad no fue fácil. A partir del momento luminoso en que cayó en la cuenta de la vanidad de los bienes terrenales, surgirían días, meses, años, toda una vida para seguir avanzando en la intimidad divina y en el adiestramiento de la vida cristiana. Así lo reconoce Víctor al decir: “Si perfecto quieres ser, tu voluntad venderás. A los pobres la darás. A Cristo por mansedumbre y humildad irás, hasta la muerte le seguirás”. Ese ir adentrándose en la experiencia de Dios a través de grandes pruebas y purificaciones es muy claro en el caso de Víctor.

San Juan de la Cruz, guía y maestro de Víctor


En ese largo proceso de purificación contó con la inestimable ayuda de su maestro San Juan de la Cruz, que en la Subida del Monte Carmelo, Libro III, capítulos del 17 al 47 habla de cómo no hay que apegarse a ninguna clase de bienes: temporales, naturales, sensitivos, morales, sobrenaturales y espirituales.


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