miércoles, 9 de agosto de 2017

Joven honesto y trabajador.

Portón de entrada al hogar familiar

Su juventud fue la propia de un joven responsable y trabajador. Las circunstancias familiares influyeron para que desde muy temprano tuviera que ayudar a su padre en las tareas agrícolas, ya que, de sus dos hermanos mayores que él, uno era militar y el otro había fallecido durante la guerra civil el año 1937. Por este motivo, desde los 14 años tuvo que realizar trabajos propios de personas de más edad, como segar a guadaña, para lo que se requiere mucha fuerza, sembrar, regar y recoger legumbres, en un pueblo en el que todo el término es de regadío, etc.




Si ya a los seis años tuvo que participar en tareas que hoy nos parecen increíbles, ya pueden suponer lo que haría en su juventud. El trabajo, especialmente en verano, era verdaderamente agotador. Se levantaba hacia las cinco de la mañana para segar o llevar la mies a la era, tareas que no se podían realizar cuando el sol calienta, pues las espigas se desgranarían. Al llegar la mies a la era, había que esparcirla para formar la trilla, trabajo que le ocupaba hasta la hora de la comida. Después de comer se echaba una siesta más o menos larga, según las circunstancias lo permitieran, no en una mullida cama, sino en el duro suelo a la sombra de un carro. Al atardecer proseguía la jornada regando tierras sembradas de fréjoles, alubias, patatas, remolacha, etc., hasta muy entrada la noche. Y esto día tras día durante más de un mes.



Pero en su juventud no todo fue trabajo, sino que también supo disfrutar, como los demás jóvenes, de momentos de esparcimiento y de diversión. Le encantaba especialmente participar en las fiestas patronales de los pueblos vecinos o en los que tenía familiares cercanos. Así lo confirma una anécdota, que conocemos gracias a su hermana Gloria que alude a cómo se las arregló al regresar de una de esas fiestas para librarse de un castigo por llegar a casa más tarde de lo establecido por sus padres:





“Un día que Víctor llegó a casa pasada la hora establecida de llegada, le dejaron en el lugar consabido la llave para abrir la puerta de entrada al patio de la vivienda, pero no la de la vivienda, con el fin de que durmiera en casa, pero no en su cama, sino en el pajar. ¿Y qué hizo? Nuestra casa tenía dos plantas: la baja y un primer piso. En el primer piso teníamos las habitaciones para dormir y el granero donde se almacenaba el grano. El muchacho sabía que la ventana que daba al granero tenía un cuarterón roto. Entonces cogió una escalera, la puso a la altura de la ventana que daba al granero, metió la mano por el agujero del cuarterón, corrió los cerrojos, abrió la ventana y por la ventana se coló en la casa y se fue a dormir tranquilamente en su cama sin que nadie se enterara. Luego fue él el que lo contó y todos celebraron la ocurrencia”.



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