miércoles, 23 de agosto de 2017

A Madrid en busca de empleo


Víctor y Asunción en Madrid con sus siete hijos, 
la más pequeña nacida en Madrid


En 1966 tuvo que abandonar Medina del Campo y trasladarse a Madrid donde un hermano suyo le encontró trabajo en la fábrica Embotelladora de Pepsi Cola como ayudante. Desde su ingreso en la fábrica, hizo durante varios años dos turnos (16 horas) para sostener a su familia que ya tenía seis hijos.


Cómo sería su adaptación y comportamiento para que a los pocos meses le nombraran “delegado de personal”, nombramiento que aprovechó para defender los intereses laborales de sus compañeros, a los que, cada vez que obtenía algún beneficio para ellos, como aumento de sueldo, les animaba a comprometerse más.


Pronto se ganó la confianza de todos por su bondad y su disponibilidad. Si alguno le pedía cambiar el turno, al momento se lo aceptaba y le decía que a él le daba igual trabajar por la mañana, que por la tarde, que por la noche. La confianza llegó al extremo de que, algunos hasta le manifestaban cuestiones de conciencia. Víctor aprovechaba esta confianza para estimularles a vivir con alegría su fe e invitarles a los Cursillos de Cristiandad, invitación que muchos aceptaron.



También fueron muchos a los que ayudó a resolver problemas de todo tipo, especialmente familiares, para lo que el Señor le concedió un don especial. Y cuando los problemas requerían de solución jurídica, contaba con la ayuda del Sr. Izquierdo, abogado siempre dispuesto a echarle una mano de forma desinteresada. Tanto le estimaban, que como muestra de cariño, le llamaban “el padre Víctor”.


Pero como la condición humana es muy voluble, cuando llegó la democracia al país e irrumpieron con fuerza los “sindicatos obreros”, surgieron también las desavenencias y se alejaron de Víctor hasta el punto de que, al que llamaban “Padre Víctor”, comenzaron a denominarle despectivamente “el cura”, y después, con mayor desprecio aún, “el curote”.


No por eso dejó de ayudarles cuando le necesitaron, y cuando ya nada podía hacer por ellos humanamente, porque le rechazaban, los encomendaba continuamente al Señor: “Siempre rogando y rogando por todos mis compañeros que tanto me hacían sufrir”.



Cadena de una fábrica de Pepsi Cola

Muchas veces esas oraciones por sus detractores fueron escuchadas, pues, como testifica su hija Eva: “se dio el caso de que alguno de los que más le hicieron sufrir vino a nuestra casa más tarde, cuando se cerró la fábrica, a que le ayudase a arreglar su nueva situación laboral y mi padre le acogió con toda caridad y bondad”.


Los intensos trabajos en la fábrica para mantener a su familia y la dedicación a la defensa de sus compañeros, en ningún momento fueron obstáculo para continuar su intensa vida de oración, ni para la dedicación a las actividades de su parroquia, ni para las obras de caridad y atención a los enfermos, como tendremos la ocasión de resaltar.





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