sábado, 5 de agosto de 2017

Infancia feliz





“Seis años tenía y un carro sobre mí volcó e ileso me dejó”. Así describe en su autobiografía un acontecimiento de su infancia que considera milagroso.

Por lo demás, su infancia fue de lo más normal y sencilla. Así lo podemos comprobar por una simpática carta de felicitación a uno de sus nietos cuando ya él había cumplido sesenta y seis años. 


Texto de la carta.

Ignacio Rodríguez Afuera.

Querido nieto. Muchas felicidades en tu cumpleaños. Que lo pases muy bien junto a tus padres y amigos.

Te voy a contar las aventuras de un niño cuando tenía 6 años. Se levantaba temprano. Después de desayunar un buen plato de patatas, cogía un palo y se llevaba las vacas a pastar en los prados. Allí se juntaba con otros niños que ejercían el mismo trabajo. Pescábamos peces, cangrejos y ranas. Hacíamos una hoguera y los asábamos y nos los comíamos.

También cazábamos lagartos, culebras, ratas, topos, erizos y otros animales. Éstos no los comíamos. Buscábamos nidos de pájaros y mirábamos cuántos huevos tenían y cuando nacían las crías, las visitábamos todos los días, hasta que se hacían mayores y volaban.
También recogíamos patatas y las asábamos en la lumbre, éstas también las comíamos. Jugábamos a escondernos entre los matorrales. El que perdía le tocaba buscar a los otros. También nos bañábamos. Así aprendimos a nadar. Nos llevaban la comida al prado. De postre buscábamos moras y otros frutos silvestres.
Cuando llegaba el verano era peor, había que trillar con todo el calor. Esto sí que era pesado. Después de aparbar, que nos gustaba montar en el aparbadero, volvíamos a cuidar las vacas, esta vez sin compañeros, además de noche. ¡Menudo miedo que se pasaba, cuando las aves nocturnas como el búho, la lechuza, etcétera se lanzaban sobre ratas y ratones, además cerca de ti y cuando cantaban anunciando su presencia!



Cuando llegaba el invierno, todos los días a la escuela o colegio. Había que recuperar todo el tiempo anterior. En el recreo jugábamos a saltar por encima de los compañeros. También patinábamos por el hielo, pero sin patines, solamente dando carreras y resbalando. Muchas veces nos caíamos.

Las Navidades las pasábamos junto al fuego, porque hacía mucho frío. Cantábamos villancicos y jugábamos a las cartas. Los Reyes eran entonces muy pobres. No nos traían regalos.

Estas son las aventuras de un niño que hoy es un anciano y que a ti te quiere mucho y tiene muchas ganas de verte y ahora te envía besos y abrazos.

Víctor Rodríguez y Asunción Merino




No hay comentarios:

Publicar un comentario