Martín entre Víctor y su esposa Mª. José con Laura en sus brazos el día de su bautismo. |
En una de nuestras últimas visitas, cuando vio a mi padre, se
le quedó mirando y dijo con mucha alegría: “Tú, eres como yo”. Probablemente,
si hubiera tenido capacidad para expresar mejor lo que estaba pensando, o más
bien sintiendo, habría dicho: “Te reconozco, eres familia, eres importante para
mí y me alegra que hayas venido a vernos”. Laura.
Una vez más, a través de su nieta Laura, conocemos algunos
detalles de las consecuencias del alzheimer en los últimos meses de la vida de
Víctor. Durante años fue consciente del progresivo deterioro que estaba
sufriendo en su memoria, lo que fue
motivo de preocupación y de sufrimiento que aceptó con resignación, pues
su deseo hubiera sido poder servir a Dios y a los demás hasta el último momento
de su vida, en lugar de convertirse en trabajo y carga permanente para su
esposa y su hijo Luis Fernando, que fueron los que vivieron con él hasta el
momento de su fallecimiento.
El Señor le permitía de vez en cuando poder pronunciar
algunas palabras o tener algunos gestos para dar a entender sus sentimientos,
como en este caso de la visita de su hijo Martín, pues para manifestar la
alegría de su visita pudo pronunciar esas palabras: “Tú eres como yo”.
Martín no era tan entregado a las cosas de Dios como Víctor
hubiera deseado, pero le amaba de corazón por ser su hijo, como Dios nos ama a
todos porque somos sus hijos, seamos buenos o no tan buenos. Por eso se llenó
de gozo al reconocerle como hijo suyo y pudo manifestarlo con esas elogiosas
palabras.
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