Laura de niña con sus abuelos Asunción y Víctor. |
El abuelo siempre ha centrado su vida en torno a sus tres
valores: Dios, la familia, y el amor. Lo que me parece muy significativo, es
cómo esos valores eran en él tan fuertes, que han sobrevivido a una enfermedad
que se fue comiendo su memoria, su capacidad de expresarse, razonar, entender…
pero dejó intacto su espíritu. En los últimos meses ya no recordaba las
palabras más sencillas, cómo se llamaban sus hijos, como decir “tengo hambre”,
“tengo frío”, “quiero ir al baño”, o “quiero ir a misa”. Casi no hablaba, pero
sus pocas palabras eran muy elocuentes. Laura.
Curiosa esta observación de su nieta Laura. Efectivamente,
los últimos años de Víctor, debido a los progresivos avances del alzheimer,
terminó sin poder expresarse. El último año de su vida llegó al extremo de ni
siquiera poder pronunciar los nombres de sus hijos ni de sus nietos, ni
manifestar sus deseos más elementales, como pedir que le llevaran al baño, a
visitar a sus familiares, a misa, etc., pero a pesar de esas limitaciones,
nunca dejó de amar a Dios, a la familia y a los demás.
Su espíritu, efectivamente, siguió intacto, como lo manifestó
en la última visita a su hija Eva y a su nieta Raquel, religiosas carmelitas descalzas
en Sabarís, pocos meses antes de su muerte, cuando, agarrado a los barrotes de
la reja del locutorio, comenzó a
proferir sonidos incoherentes que expresaban claramente su deseo de inflamarlas
en amor a Dios sobre todas las cosas para que perseverasen en su vocación hasta
el fin de su vida.
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