Vista parcial del Barrio de Las Carolinas hacia 1979 |
1- LA ÉPOCA Y EL BARRIO
En el verano de 1967 los jóvenes universitarios leíamos a
Marcuse, escuchábamos a los Beatles, y en París se fraguaba el mayo del 68. Los
jóvenes de E.E.U.U se hacían hippies y protestaban contra la guerra de Vietnam,
mientras se ultimaba el vuelo del Apolo XI a la luna.
En la revolución eclesial del postconcilio, Pablo VI
publicaba la “Populorum progressio” y hablaba en la Asamblea General de la
O.N.U.
En Israel estallaba la guerra de los seis días.
En España, un avión norteamericano con bombas nucleares había
caído en Palomares, se aprobaba el trasvase Tajo-Segura y el Tribunal Supremo
acababa de declarar ilegal a C.C.O.O.
No existían los móviles, estaba a punto de inventarse Internet
y Bob Dylan había proclamado que “los tiempos estaban cambiando” y que “la
respuesta flotaba en el viento”.
Eran los años del desarrollismo, de la llegada masiva del
turismo, del vaciamiento del campo hacia las ciudades y de la remesa de divisas
de cuatro millones de emigrantes.
Los estudiantes de familias pobres cada vez éramos más
numerosos en la Universidad y, muchos, aprovechábamos los tres meses de verano
para ayudar a la familia y ahorrar para los gastos del curso. Las embotelladoras
multiplicaban su producción en verano y era fácil entrar de peón y acumular
muchas horas extraordinarias. Después de pasar por Trinaranjus y La Revoltosa,
en junio de 1967, con 19 años, entré como peón en la fábrica que embotelladora
Pepsicola y Mirinda. Trabajé allí los veranos de 1967-68 y 69.
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