Don de Temor de Dios. |
Desde los salmos ya se nos invita al temor de Dios, pero este
ha de ser filial y no de miedo, antes al contrario, de amor. El temor ha de ser
la inclinación que tenemos al pecado. Amor y temor de Dios son dos castillos
fuertes, dice Santa Teresa. El Don de temor perfecciona la esperanza, cuyo
objeto de esta es la posesión de la bienaventuranza eterna. A su vez nos hace
huir de las más pequeñas ofensa hechas a Dios, nos hace crecer en la virtud de
la templanza, y frena todas nuestras pasiones, disponiéndonos a renunciar,
invitándonos a agradar a Dios.
Estas son las palabras de Santa Teresa de Jesús, en el
capítulo 40 del libro Camino de Perfección, comentando las palabras del Padrenuestro
“No nos dejes caer en la tentación” a las que aquí alude Víctor:
“Pues, buen Maestro nuestro, dadnos remedio cómo vivir sin
mucho sobresalto en guerra tan peligrosa. El que podemos tener, hijas, y nos
dio su Majestad, es amor y temor; que el amor nos hará apresurar los pasos; el
temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer por camino
adonde hay tanto en que tropezar, como caminamos todos los que vivimos; y con
esto, a buen seguro que no seamos engañadas.
Diréisme en qué veréis que tenéis estas dos virtudes tan
grandes, y tenéis razón, porque cosa muy cierta y determinada no la puede
haber; porque siéndolo de que tenemos amor, lo estaremos de que estamos en
gracia. Mas, mirad hermanas, hay unas señales que parece los ciegos las ven, no
están secretas: aunque no queráis entenderlas, ellas dan voces que hacen mucho
ruido, porque no son muchos los que con perfección las tienen, y así se señalan
más. ¡Cómo
quien no dice nada: amor y temor de Dios! Son dos castillos fuertes, desde
donde se da guerra al mundo y a los demonios” (C. 40, 1-2)
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