Monasterio de San José en Las Batuecas
(Salamanca)
Aunque se trataba de un seglar, no permanecía esos días en la
hospedería (de Batuecas), sino dentro del monasterio participando en los actos
de comunidad, incluso vestía el hábito de carmelita, con su capa blanca
incluida. Ayunaba como los religiosos y se encargaba de los trabajos que le
encomendaban
(Eva).
El desierto de Las Batuecas desapareció con la
desamortización de Mendizábal como los demás conventos de las órdenes
religiosas. Santa Maravillas lo compró a sus nuevos propietarios y allí
construyó un pequeño monasterio de carmelitas descalzas, pues el antiguo
monasterio no estaba habitable. Como el P. Valentín de San José era el confesor
de la madre Maravillas, consiguió que lo devolviera a los padres carmelitas.
Para ello construyó otro monasterio junto al santuario del Cristo de Cabrera al
que trasladó las religiosas.
Al regresar los monjes, se instalaron en la nueva
construcción, pero poco a poco fueron habilitando el antiguo monasterio y cuando
ya lo consiguieron, el edificio de Madre Maravillas pasó a convertirse en
hospedería, para que, personas interesadas en tener una experiencia de desierto,
pudieran pasar algunos días en silencio y asistir a algunos actos con los
monjes.
Pero a Víctor pronto se le consideró como a un religioso más
y por eso vivía en una celda del monasterio y hacía vida de comunidad con los
monjes los días que sus vacaciones se lo permitían, es decir: participaba en
todas las celebraciones, asistía a sus rezos y a las horas de oración en
silencio, incluso se levantaba a media noche para el rezo de maitines, comía
con ellos y también trabajaba como ellos en las tareas diarias que el superior
le asignaba como a un monje más.
Allí le hizo el Señor pasar las noches oscuras de que habla
San Juan de la Cruz, que le purificaron de todas las imperfecciones. Así lo
reconoce al confesar: “Año tras año al desierto en mis vacaciones me
llegaba, ansioso de llegar estaba, aunque bien me sabía que a sufrir iba. Allí,
nada más llegar, todo cambiaba. El Espíritu Santo de la mano me tomaba y todas
mis miserias me mostraba”.
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