sábado, 20 de agosto de 2022

Habla Víctor. Valor del sufrimiento (VI)

El Papa Francisco dialogando con una sonriente anciana.


Gran don es la ancianidad: Es un regalo que Dios nos otorga para el encuentro definitivo con Él. Como vemos día a día el menguante de nuestras facultades, nos volvemos más impotentes que los niños. Aunque estemos muy acompañados, sentimos la marcha hacia el ocaso de esta vida terrena. Si somos abandonados por nuestros seres queridos y estamos en soledad, aprovechémonos de esta situación para reflexionar para el fin que fuimos creados, elevemos nuestro corazón a Dios, pidiendo perdón por todos nuestros pecados.

 

En una de las catequesis del Papa Francisco dedicadas a la vejez, en concreto en la pronunciada en la audiencia general el 1 de junio de 2022, comentando las palabras del Salmo 71, 9, “No me abandones cuando decae mi vigor”, hace un precioso elogio del “don de ser anciano”. Estas son algunas de sus palabras.

 

“El anciano redescubre la oración y da testimonio de su fuerza. Jesús, en los Evangelios, nunca rechaza la oración de quien necesita ayuda. Los ancianos, por su debilidad, pueden enseñar a los que viven otras edades de la vida que todos necesitamos abandonarnos en el Señor, invocar su ayuda. En este sentido, todos debemos aprender de la vejez: sí, hay un don en ser anciano entendido como abandonarse al cuidado de los demás, empezando por Dios mismo. Existe entonces “un magisterio de la fragilidad”, no esconder las fragilidades, no. Son verdaderas, hay una realidad y hay un magisterio de la fragilidad, que la vejez es capaz de recordar de manera creíble para todo el arco de la vida humana….

 

Y concluye con estas palabras: “Recuerda que también tú serás anciano o anciana. La vejez viene para todos. Y como tú querrías ser tratado o tratada en el momento de la vejez, trata tú a los ancianos hoy. Son la memoria de la familia, la memoria de la humanidad, la memoria del país. Custodiar los ancianos que son sabiduría. Que el señor conceda a los ancianos que forman parte de la Iglesia la generosidad de esta invocación y de esta provocación. Que esta confianza en el Señor nos contagie. Y esto, por el bien de todos, de ellos y de nosotros y de nuestros hijos”.



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