Modelo de lampadario que se coloca junto a los santos más venerados en cada Iglesia. |
“Como el párroco estaba tan agradecido por los
servicios que les prestaba mi padre, quiso recompensárselo de alguna manera.
Como suele suceder en estos casos, son los hijos los que reciben las
gratificaciones. Comenzó a darme, de vez en cuando, propinas para que comprase
golosinas. Advirtiéndolo mi padre, me enseñó a sacar provecho espiritual de las
propinas, enseñándome a gastarlas en encender velas al Cristo y a la Inmaculada
de la Parroquia por alguna intención” (Eva).
Efectivamente, el Párroco estaba sumamente agradecido a
Víctor por todo lo que le estaba ayudando en la adaptación de los bajos de un
edificio para convertirlo en una pequeña iglesia acogedora, y también le estaba
agradecido porque le ayudaba en la oficina parroquial asentando en los libros
parroquiales las actas de bautismos y matrimonios. ¿Cómo no mimar a la hija más
pequeña de Víctor y darla alguna propina para que se comprase golosinas?
Como no podía impedir que el párroco siguiera dando propinas
a su hija, lo que hizo Víctor fue enseñarla a que las emplease en algo que
también encanta a los niños y a la vez desarrolla en ellos el amor a los
santos, como es encender velas ante sus imagines. Es algo que todos los padres
experimentan aun hoy día cuando acuden a la misa dominical, pues a sus hijos
les encanta que les den alguna moneda para acudir a un velero, normalmente
eléctrico. Les hace mucha ilusión ver que al echar una moneda se enciende una o
varias luces.
Con este pequeño juego, los niños, sin darse cuenta, aumentan
su devoción al Santísimo en el sagrario, a Cristo en la cruz, a la Virgen, a
San José, etc… Por eso los padres, en lugar de echar ellos las monedas, se las
entregan a sus hijos.
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