miércoles, 13 de julio de 2022

Habla Víctor. Valor del sufrimiento (III).

Jesús en la cruz clamando al Padre:
 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado.?


Cristo introduce al hombre que sufre en el reino del amor, es transformado por una gracia interior. El Redentor, prueba en los pacientes, a través del corazón de María, como continuación de la maternidad, que por obra del Espíritu Santo le había dado la vida. Cristo moribundo confió a su madre una nueva maternidad espiritual y universal hacia todos los hombres. La fe en la participación de los sufrimientos de Cristo tiene la dimensión espiritual de servir para la salvación de sus hermanos. No sólo es útil a los demás, realiza un servicio insustituible, unido al sacrificio de Cristo, abre el camino a la gracia que transforma a las almas, y hace presente en su humanidad la fuerza de la redención y constituye particular apoyo a las fuerzas del bien.

 

San Pablo nos habla del valor de nuestros sufrimientos para la salvación de los hermanos cuando los unimos al sufrimiento de Cristo: “Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia”. (Col. 1, 24).

 

San Juan de la Cruz nos anima a seguir a Cristo, porque: “el aprovechar no se halla sino imitando a Cristo, que es el camino…Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a entender cómo sea esto a ejemplo de Cristo.

Cuanto a lo primero, cierto está que Él murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida y naturalmente en su muerte… Cuanto a lo segundo, cierto está que al punto de su muerte quedó totalmente aniquilado en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole el Padre así en íntima sequedad, según la parte inferior. Por lo cual fue necesitado a clamar diciendo: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? Lo cual fue el mayor desamparo sensitivamente que había tenido en su vida. Y así, en Él hizo la mayor obra que en toda su vida con milagros y obras había hecho ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios. (2Subida. 7, 8-11).




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