Víctor ya muy enfermo sin poder disimular sus taquicardias. |
Cuando le daban taquicardias en la fábrica, teniéndole que
trasladar al hospital, como no quería que sufriese mi madre, les indicaba a los
encargados que llamasen al teléfono de un hermano carmelita, a su comunidad de
Madrid. Los hijos ni nos enterábamos de lo ocurrido, incluso cuando las
taquicardias las sufría en casa, no teníamos conocimiento de ello, hasta que
nos lo comunicaba mi madre, porque él siempre permanecía con la misma paz y
serenidad, como cuando se encontraba bien (Eva).
El corazón lleno de amor y de bondad, se manifiesta
especialmente en los pequeños detalles que a los demás nos pasan
desapercibidos, como es el caso de evitar dolor y preocupación a su esposa y a
sus hijos por su delicada salud.
Al tratarse de una situación que normalmente se resuelve en
los hospitales en unos minutos, ¿para qué suscitar preocupación y sufrimiento a
los seres más queridos? Pero por prudencia, Víctor pedía a los que le trataban,
que de surgir cualquier complicación, informasen a su hermano, el P. José
Francisco que por esas fechas estaba de párroco en el convento que los
carmelitas descalzos tenían en Plaza de España.
Caso distinto era cuando las taquicardias sucedían en el
propio hogar de las que su esposa era testigo. También ella se hacía cómplice
para que sus hijos no se enterasen, ya que, nada podrían hacer por él, y sin
embargo si sufrirían por ese motivo.
Nos hemos enterado de las taquicardias porque no pudo
ocultarlas, pero, cuántos sufrimientos físicos y especialmente morales
soportaría a lo largo de su vida de los que solamente el Señor fue testigo.
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