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| Abrahám, padre de la fe, dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac |
Pasamos a la fe teologal. Los creyentes tenemos las Sagradas Escrituras y la Tradición para basarnos en ella. Podríamos enumerar miles de personajes que nos han testificado su fe hasta el heroísmo. Nuestro padre en la fe, Abraham, es el primero que nos muestra hasta donde se puede llegar. Le manda el Señor expulsar a su hijo Ismael, y con todo dolor ejecuta su mandato. Le promete en su ancianidad y la de su esposa un hijo, y no duda en creerlo; pero cuando su hijo Isaac ya es un jovencito se lo manda sacrificar. No podemos ni imaginarnos lo que por su interior pasó. Si le hubiese pedido su muerte personal, hubiese sido para él muy llevadera; pero le pide la de su hijo, por el que le había prometido que sus descendientes serían más numerosos que las arenas del mar, y le pide su sacrificio. Esta si que sería para él una verdadera noche oscura. Sin embargo, la obediencia a Dios se realizó, aunque el sacrificio no se ejecutó.
Jacob, modelo de paciencia
y conformidad ante el sufrimiento.
En Job tenemos actos de fe que se prolongaron mucho tiempo y
fue despreciado hasta por su mujer. Sin embargo, su fe no sufrió menoscabo, más
bien se afianzó a medida que las pruebas se hacían más duras. Es el retrato de
toda alma comprometida y maltratada para ser probada.
¿Cómo habría sido capaz Judit para vencer al ejército del
general Holofernes, si no hubiese tenido una fe firme, si ella no contaba con
ningún soldado; y el profeta David, un joven inexperto enfrentándose al gigante
Goliat, que además estaba bien armado, y con una sola piedra le derriba, y con
él todo su ejército?
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