Rebeca el día de su bautismo con sus abuelos en Velillas del Duque´. |
“Una vez (fue mi padre) a buscar a Rebeca a la
catequesis, y como no salía, bajó hasta los salones parroquiales a buscarla.
Allí habló con Caty, su catequista y la dijo que la enseñara a conocer a Jesús
a su nieta, que luego Rebeca ya lo sentiría en su corazón Hasta el día de hoy,
han pasado muchos años, y Caty no se ha olvidado de lo que le dijo mi padre,
pues le llegó muy hondo y son muchos los años que lleva de catequistas de niños”
(Teresa)
Porque Víctor amaba de corazón a sus nietos, deseaba para ellos
lo mejor, y lo mejor no era la abundancia de bienes materiales que a veces nos
apartan de Dios, sino el encuentro y la amistad con Jesús, el único capaz de
darnos la felicidad plena. Por eso aprovechaba todas las ocasiones para sembrar
en los corazones de sus nietos la semilla de la fe y de la esperanza, y
procuraba que también otros lo hicieran con sus palabras y con su ejemplo, como
era el caso de las catequistas.
Rebeca con su hermana Sara y los abuelos
el día de su Primera Comunión.
¡Qué la diría y con que amor lo haría, para que Caty quedara
tan impresionada que no haya podido olvidarlas después de tantos años! Debieron ser palabras de aliento a
proseguir su tarea evangelizadora y que nunca se cansara de sembrar la semilla
de la fe en los corazones de los niños, con la confianza de que esa semilla, a
su tiempo crecería y daría sus frutos.
Siempre asistió a los bautismos y a las primeras comuniones
de sus nietos, es más, fueron de los momentos más felices de su vida y los
celebró con inmensa alegría. Con qué amor y confianza pediría a Jesús que nunca
se apartara de sus nietos, sino que hiciera en ellos su obra y su voluntad. Veía
a Jesús presente en sus corazones y le pedía que estableciera en ellos su
morada.
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