sábado, 9 de mayo de 2020

Florecillas. Rogar por los que nos humillan.

Jesús en la cruz perdonando a los que le crucificaron


 Hay que rogar mucho por todos los que nos humillan, dándoles gracias por ello. Por mucho que me desprecien a mí, siempre se quedarán cortos; quizá sea mentira lo que digan de mí; pero cuánto no pueden decir por no saberlo. Alabado sea el Señor que se aprovecha de estas personas para hacerme ver la nada que soy. Pero si soy algo. Soy pecador.

Dice casi al pie de la letra lo que Santa Teresa y lo pone en práctica como ella: “Nunca oí decir cosa mala de mí que no viese quedaban cortos; porque, aunque no era en las mismas cosas, tenía ofendido a Dios en otras muchas, y me parecía que habían hecho harto en dejar aquéllas; y siempre me huelgo yo más que digan de mí lo que no es, que no las verdades.
Ayuda mucho traer consideración de lo mucho que se gana por todas vías, y cómo nunca, bien mirado, nunca nos culpan sin culpas, pues siempre andamos llenos de ellas, pues cae siete veces al día el justo, y sería mentira decir no tenemos pecado. Así que, aunque no sea en lo mismo que nos culpan, nunca estamos sin culpa del todo, como lo estaba el buen Jesús (C. 15, 3-4).

San Esteban apedreado pidiendo
que el Señor perdonara su pecado.

Pero añade dos importantes matices: Primero, el de rogar por quienes le despreciaron y humillaron, que es lo que hizo Jesús en su pasión y muerte: Perdónalos, porque no saben lo que hacen, y lo que hizo el primer mártir, San Esteban: No les tomes en cuenta este pecado. Y segundo, no sólo orar y perdonar a los que lo humillaron, sino además dar gracias a Dios por quienes le humillaron, porque gracias a ellos pudo descubrir su propia nada que tanto le ayudó a poner toda su confianza únicamente en Dios que lo es todo.






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