miércoles, 22 de abril de 2020

Habla Víctor. Resucitar con Cristo.

Momento del descendimiento de la cruz y entierro de Cristo.


¡Oh muerte deseada que te haces esperar! Con mi cuerpo prestado te quedarás, hasta que Cristo te rescate para resucitar. Al alma Cristo la lleva para presentarla al Padre, lavada en su sangre, limpia y resplandeciente como el crisol que Él con su sangre la quedó.

Con estas palabras alusivas a su muerte tan deseada y esperada, concluye sus breves escritos autobiográficos, tan importantes para conocer su extraordinaria experiencia cristiana. A través de estos escritos, Víctor nos ha abierto su corazón de par en par y por ellos podemos vislumbrar las maravillas que el Señor hizo en él.

Para Víctor, la muerte no era el enemigo temido por tantos, sino el único medio para poder encontrarse definitivamente con Cristo. Tampoco le preocupaba que su cuerpo tuviera que volver a convertirse en el polvo de que fuimos hechos por tiempo indefinido, seguro como estaba por su inquebrantable fe de que un día resucitaría y se convertiría en cuerpo glorioso como el de Jesús resucitado.

Lo más positivo de la muerte para él, y por eso la deseaba, era porque sentía que su alma, purificada de las imperfecciones contraídas a lo largo de su vida, estaba ya limpia y resplandeciente como el crisol, gracias a que había sido purificada por la sangre de Cristo, y que Cristo mismo se encargaría de presentarla ante el Padre para ser glorificada.

Cristo ha resucitado y nosotros resucitaremos con Él

En otra parte de estos escritos autobiográficos encontramos unas palabras casi idénticas, pero allí si se hacía una alusión a que, a pesar de desear la muerte, el momento en que sucediera sería dolorosa: “Cuando esa hora llegue, tú me maltratarás hasta cuerpo y alma separar, la carne te rechazará, el alma ansiosa de tu llegada está. Cuando ese momento llegue, el infierno contra mí luchará, allí en mi defensa la Sagrada Familia estará y de su mano a la eternidad pasará”.

La muerte de Víctor fue pacífica. Al padecer de alzheimer profundo los últimos años de su vida, las fuerzas del infierno ya no tenían poder para inquietarle, y menos los últimos días que los pasó en estado de coma. De repente, al despertar a la nueva vida, seguro que se encontró con la Sagrada Familia dándole la bienvenida a la casa del Padre con alegría por lo mucho que había amado a Jesús, María y José.



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