martes, 24 de octubre de 2017

Otros enemigos

Los siete pecados capitales

“A mis enemigos buscaba y no los encontraba”. Seguro que al hacer examen de conciencia y sobre todo al recapacitar sobre su pasado para arrepentirse de sus faltas y de nuevo suplicar la misericordia del señor, dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre su actitud con las personas que había tratado a lo largo de su vida y su comportamiento en las circunstancias difíciles que se le habían presentado. Quería tener un corazón limpio. En ese repaso vio con claridad que a todos había perdonado de corazón y que, si de alguno recibió alguna humillación, fue porque el Señor providencialmente lo permitió para que fuese humilde de verdad.


Pero en esa búsqueda tan insistente de enemigos se encontró con que sí tenía verdaderos enemigos a los que no podía perdonar, sino que hacer frente y luchar hasta su exterminio: “Tanto a mis enemigos busqué, que dentro de mí les encontré. Los apetitos allí estaban”. Y a continuación enumera todos los enemigos que encontró y contra los que tuvo que luchar durante toda su vida para vencerlos, que coinciden con los que en el catecismo, que desde niño se sabía de memoria, se denominan “pecados capitales”, pues de ellos se derivan todos los demás:


“Los apetitos allí estaban, la soberbia, madre y raíz de todas. La ira su predilecta, sus obras manifiesta. La avaricia límites no tenía. La gula, todos ellos alimentaba. La lujuria, todo desordenaba. La pereza me sujetaba. La envidia todo me transformaba”.

Los siete pecados y las siete virtudes capitales

A estos “siete pecados capitales” supo hacer frente siguiendo los consejos que da su maestro San Juan de la Cruz en los ocho primeros capítulos del libro I de la “Noche oscura” en que trata, con cierta ironía, de la facilidad con que caen, no solamente los pecadores, sino también muchos de los que ya se consideran espirituales y mejores que los demás.


Para luchar contra esos siete enemigos, verdaderos obstáculos para conseguir la perfección cristiana, el Señor, siempre providente, nos ofrece siete virtudes para vencerlos y nos capacita para ponerlas en práctica. Víctor aprovechó ese ofrecimiento:

“Las virtudes también dentro de mí estaban. La humildad base de todas es. La paciencia todo lo soporta. La largueza a la avaricia derrota. La templanza regula todo mi ser. La castidad las pasiones sujetaba. La diligencia a trabajar me llevaba. Sólo la caridad a la envidia derrotaba”.


Siete figuras representando las siete virtudes capitales.


Víctor, frente a la soberbia, reconoció con humildad que de nosotros mismos sólo tenemos la nada y el pecado. Frente a la avaricia, supo compartir con generosidad sus bienes con los pobres. Frente a la lujuria, consiguió el dominio de los apetitos mediante la castidad. Frente a la ira, soportó con paciencia las adversidades. Frente a la gula, practicó la templanza en comidas y bebidas. Frente a la envidia, ayudó al prójimo y se alegró de sus éxitos. Y frente a la pereza, siempre fue diligente en el servicio a Dios y al prójimo.




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