miércoles, 18 de octubre de 2017

Amor a los enfermos

Victor en su toma de hábito en la Congregación de San Felipe Neri

Como miembro de la Congregación de San Felipe Neri, su principal apostolado consistía en la visita y atención a los enfermos, ministerio que ejerció durante varios años en el hospital llamado actualmente Gregorio Marañón. Allí se le veía ataviado con el distintivo de los miembros de dicha congregación, que era una bata-guardapolvo gris y un crucifijo colgado al pecho. Su amigo Daniel Coronado cuenta:

“Nos poníamos el hábito e íbamos al hospital visitando a los enfermos. Se les llevaba cosas y se les escuchaba. Víctor tenía una gran capacidad para escuchar a los enfermos. E iba también a “Mi Casa”, que era un centro dirigido por las Hermanitas de los Pobres y que está cerca del hospital que ahora se llama Gregorio Marañón. En “Mi Casa” cortaba las uñas a los ancianos y charlaba amorosamente con todos ellos”.

"Mi Casa" de las Hermanitas de los pobres en Madrid

Por esa capacidad de escuchar a los enfermos y por sus muestras de cariño, a Víctor le permitían visitar a los enfermos de la sección de psiquiatría. Una de sus hijas le oyó decir que incluso a los que se encontraban aislados: “Algunos estaban encerrados como en una especie de celdas a causa de su agresividad. Algunos cuidadores les tenían miedo. A él le abrían esas estancias, se acercaba en el nombre de Jesucristo con cariño y amor al enfermo, les mostraba el crucifijo y contaba cómo algunos lo besaban, no mostrando violencia alguna, sino mansedumbre. Víctor no tenía miedo. Y al despedirse de ellos, algunos le estrechaban la mano con todas las fuerzas y hasta lloraban de emoción”.

Visita a un enfermo en un hospital

Cuando iba de vacaciones con su familia a Sabarís (Pontevedra) y durante los años que vivió en Velillas del Duque (Palencia), continuó practicando esa misma obra de misericordia con cuantos enfermos se encontró. Le encantaba pasar largos ratos escuchándoles, que es lo que más necesitan los que tantas horas pasan sin que nadie les escuche, alentándoles en sus pruebas y aprovechando el tiempo para estimular su fe y su esperanza.

Y como la fe y la esperanza son fundamentales a la hora de la muerte, Víctor siempre procuró que se preparasen bien para ese momento y les convencía de la necesidad de recibir el sacramento de la Unción de enfermos. Él mismo se encargaba de avisar a los sacerdotes para que hiciesen una buena confesión y recibiesen la Unción de Enfermos. Su esposa nos refiere uno de esos casos.

Unción a un enfermo

“Viviendo en Velillas del Duque fuimos un día al pueblo donde él había nacido (Quintanadiez de la Vega) y al llegar a su pueblo se enteró de que había en el pueblo un vecino que se estaba muriendo. Se llamaba X y había sido amigo suyo durante los años que vivió en el pueblo, a pesar de que Víctor no faltaba nunca a misa y X solía pasar de ella. Después de saludar al enfermo y charlar un rato con él y con las personas que estaban acompañándole, dijo a los que estaban acompañándole que por favor le dejaran un rato solo con el enfermo, como así lo hicieron. Y no sé lo que le diría. Lo cierto es que, al terminar de hablar con Víctor, pidió confesión y comunión y murió después de confesarse y de recibir la comunión y la Unción de enfermos”.




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