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Sacerdote administrando la Extrema Unción a un enfermo. |
Yo admiraba en él su seria espiritualidad, era un hombre de una pieza. En estas ocasiones hablábamos de su labor con los enfermos en Madrid, daba la impresión de que su tiempo era todo para los demás, yo admiraba la sencillez con que me contaba sus servicios a los enfermos. Carmen García Rodríguez
Nada tiene de extraño que Carmen se admirara de la sencillez con que su tío Víctor hablaba con la mayor naturalidad de sus servicios a los enfermos, pues no es normal que un creyente laico se implicase en un apostolado tan comprometido.
Muchos de los enfermos que visitaba Víctor, padecían enfermedades terminales a los que apremiaba atender físicamente, pero además necesitaban palabras de aliento y de esperanza. Por eso les hablaba de Jesús, el único capaz de darnos una felicidad que dura para siempre.
Antes de visitar a los enfermos oraba al Señor para que pusiese en sus labios las palabras más apropiadas y los gestos de amor para que ningún enfermo falleciese sin recibir el sacramento de la Unción de los enfermos.
Los años que vivió en Velillas del Duque, cuando se enteraba de que alguien de los pueblos cercanos a los que acudía a la celebración diaria de la Eucaristía, le faltaba tiempo para visitarles, acompañarles y a orar por ellos.
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