Peregrinos por el camino de Santiago.
“También, Vítor y Asunción hospedaban en su casa a personas que pasaban por el pueblo cuando vivían en Velillas”. Begoña
Dar posada al forastero, es una de las obras de misericordia claramente señalada en el Evangelio cuando Cristo dice: “Fui forastero y me acogisteis” (Mat. 25. 35). Se refiere a cualquiera necesitado de cobijo ajeno.
En siglos pasados, cuando surgieron las peregrinaciones de los creyentes a lugares santos, como el Santo Sepulcro de Cristo, San Pedro en Roma y Santiago en España, dar posada a los peregrinos era cuestión de vida o muerte, pues toda travesía tenía riesgos. Por eso, en torno a esas rutas surgieron las hospederías y hospitales creados especialmente por los monjes benedictinos.
Hoy, en nuestras ciudades, abundan los viajeros pobres sin rumbo, en busca de un trabajo, necesitados de hospitalidad a los que, instituciones de la Iglesia, como Cáritas, tratan de ayudar, pero también hay creyentes particulares, como Víctor, que siempre están dispuestas a acoger a los pobres, siguiendo el deseo del Señor. La Carta a los Hebreos nos anima a dar posada al peregrino con estas palabras: “No dejéis de practicar la hospitalidad, pues algunos dieron alojamiento a Ángeles sin saberlo”. (Hb. 13, 2).
Víctor aprendió y heredó esta práctica de sus padres Daniel y Margarita, donde siempre recibían alojamiento los pobres que pasaban por el pueblo, porque en ellos veían a Cristo, y por eso les recibían con delicadeza, y les agradecían su visita.
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