San José Obrero, Patrono de los trabajadores. |
Pio XII habló con frecuencia de que se avecinaba una nueva
época, la del trabajo, e instituyó en 1955 la fiesta de San José Obrero para
exaltar el valor cristiano del trabajo humano. Y es que el mandato de trabajar
fue querido por Dios desde el momento de la creación del hombre, “pues le
puso en el paraíso para que lo cultivara” (Gen. 2, 15)
Pero hay una razón más bella para hacerlo: hemos de trabajar
para asemejarnos a Dios, a Cristo, a su Madre y a San José, patrono de los
trabajadores. En el evangelio de San Juan encontramos estas palabras: “Mi
Padre, hasta el presente, sigue trabajando, y yo también trabajo” (Jo. 5,
17).
Cristo, entre los vecinos de Nazaret, era conocido como “carpintero y como hijo del Hijo del carpintero”.
Siendo Dios, no tuvo reparo en aprender de San José a tomar los utensilios del
oficio, como el martillo y la sierra, para contribuir a sacar adelante a su
familia.
Los Carmelitas Descalzos, -y Víctor era Carmelita Descalzo
Seglar- todos los días, al concluir el rezo de Vísperas, añadimos unas
preces a nuestros santos especiales, comenzando por Nuestra Señora del Carmen y
continuando con San José. Y lo hacemos así:
Antífona:
En el fiel desempeño del oficio de carpintero, San José brilla como admirable
ejemplo de trabajo.
Versículo:
Lo nombró administrador de su casa
Respuesta:
Y señor de todas sus posesiones.
Oración: Dios todopoderoso, Creador del universo, que has impuesto la
ley del trabajo a todos los hombres; concédenos, que, siguiendo el ejemplo de
San José, y bajo su protección, realicemos las obras que nos encomiendas y
consigamos los premios que nos prometes. Por Jesucristo nuestro Señor.
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