Víctor manso y humilde de corazón. |
Víctor era un santo que transpiraba santidad. Cuando alguien
dice: “Yo de santos los de los altares”, yo digo que yo he conocido un santo de
carne y hueso. Carmen Arias.
El 19 de marzo de 2018, solemnidad de San José, el Papa
Francisco publicaba la Exhortación Apostólica Gaudete et exultate, sobre la
llamada a la santidad en el mundo actual, que comienza con estas palabras: “Alegraos
y regocijaos (Mt 5,12) dice Jesús a los perseguidos o humillados por su causa.
El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para
lo que fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con
una existencia mediocre, aguada, licuada” (N. 1).
Y antes de comentar cada bienaventuranza, añade: “Puede
haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y
distinciones. Esta reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que
volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús
explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las
bienaventuranzas. Son como el carnet de identidad del cristiano”. (N.
63-64)
Ese es el camino que siguió Víctor. Se fió plenamente de
Jesús y por eso vivió pobre, fue manso y humilde de corazón, Lloró por sus
infidelidades y por los sufrimientos ajenos, luchó y sufrió defendiendo a sus
compañeros de trabajo, fue misericordiosos con todos y a todos perdonó,
incluidos los que le maltrataron, su limpio corazón nunca permitió el
resentimiento, y todos los que le trataron, reconocen que su presencia
transmitía paz.
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