Ascensión del Señor al cielo´ |
Celebramos mañana la solemnidad de la Ascensión del Señor a
los cielos, que por una parte puede suscitar en nosotros cierta nostalgia de su
partida, como resalta Fray Luis de León en su famosa oda a la Ascensión, que
comienza con esta estrofa:
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
en soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?
Pero, por otra parte, es fiesta de júbilo desbordante, porque
en la exaltación de Cristo por Dios Padre, hemos sido exaltados todos, pues
como dice San Agustín: “No se alejó del cielo cuando descendió hasta nosotros;
ni de nosotros, cuando regresó hasta Él. Él mismo es quien asegura que estaba
allí mientras estaba aquí. “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del
cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo”. Esto lo dice en razón de
la unidad que existe entre Él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie,
excepto Él podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con Él, en
virtud de que Él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por
él, hemos sido hechos hijos de Dios”.
San Lucas describe esta alegría diciendo: “Jesús los sacó
hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se
separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se volvieron a Jerusalén con
gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios” (Lc
24, 50-53).
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