miércoles, 15 de noviembre de 2023

Habla Víctor Carta a su hija Begoña (I)

Begoña,(la que viste de azul) y su hermana Teresa en la Iglesia de Velillas del Duque.


 

Velillas del Duque, año 1995

Begoña Rodríguez Merino.

 

Querida hija muy amada:

…Esas desconfianzas que tienes de Dios, pueden ser del demonio tentaciones, o de Dios para purificar el alma.

Como el demonio no puede entrar en el alma, si son de este, son superficiales; pero si son del Espíritu Santo, que desde dentro la purifica, entonces se establece la lucha que tiene el alma de desear toda la confianza en Dios, y lo contrario que siente dentro de sí.

Quizá por ello vengan las lágrimas, que en este caso serán de dolor y que darán al alma un respiro para volver una y otra vez a la misma situación. Por eso, en este estado no podrás hacer más que jaculatorias y quizás recitar padrenuestros, avemarías y salves, implorar continuamente al Espíritu Santo y poner la mente en la oración del Huerto, donde las tristezas del alma y las angustias le hicieron sudar sangre a Cristo.

 

Pocos directores espirituales, y no digamos confesores ordinarios, hubieran podido dar unos consejos tan certeros a su hija Begoña, ante las desconfianzas que sentía de Dios por lo que tan angustiada se sentía. Pero Víctor, que había pasado por situaciones similares y había encontrado la respuesta y la paz en la doctrina de San Juan de la Cruz, acierta plenamente en su diagnóstico.

 

Efectivamente, el demonio no puede penetrar en lo íntimo del alma que pertenece exclusivamente a Dios, por eso sus tentaciones no pasan de ser superficiales y fáciles de vencer relativamente. Pero cuando es Dios el que permite esas situaciones para purificar al alma de toda imperfección, el sufrimiento es un verdadero martirio. El remedio es pedir con humildad que el Espíritu Santo venga en nuestra ayuda y poner la mente y el corazón en la pasión de Cristo, que incluso se vio abandonado del Padre hasta el punto de exclamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. (Mt. 27, 46).



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