Begoña,(la que viste de azul) y su hermana Teresa en la Iglesia de Velillas del Duque. |
Velillas del Duque, año 1995
Begoña Rodríguez Merino.
Querida hija muy amada:
…Esas desconfianzas que tienes de Dios, pueden ser del
demonio tentaciones, o de Dios para purificar el alma.
Como el demonio no puede entrar en el alma, si son de este,
son superficiales; pero si son del Espíritu Santo, que desde dentro la
purifica, entonces se establece la lucha que tiene el alma de desear toda la
confianza en Dios, y lo contrario que siente dentro de sí.
Quizá por ello vengan las lágrimas, que en este caso serán de
dolor y que darán al alma un respiro para volver una y otra vez a la misma
situación. Por eso, en este estado no podrás hacer más que jaculatorias y
quizás recitar padrenuestros, avemarías y salves, implorar continuamente al
Espíritu Santo y poner la mente en la oración del Huerto, donde las tristezas
del alma y las angustias le hicieron sudar sangre a Cristo.
Pocos directores espirituales, y no digamos confesores
ordinarios, hubieran podido dar unos consejos tan certeros a su hija Begoña, ante
las desconfianzas que sentía de Dios por lo que tan angustiada se sentía. Pero
Víctor, que había pasado por situaciones similares y había encontrado la
respuesta y la paz en la doctrina de San Juan de la Cruz, acierta plenamente en
su diagnóstico.
Efectivamente, el demonio no puede penetrar en lo íntimo del
alma que pertenece exclusivamente a Dios, por eso sus tentaciones no pasan de
ser superficiales y fáciles de vencer relativamente. Pero cuando es Dios el que
permite esas situaciones para purificar al alma de toda imperfección, el
sufrimiento es un verdadero martirio. El remedio es pedir con humildad que el
Espíritu Santo venga en nuestra ayuda y poner la mente y el corazón en la
pasión de Cristo, que incluso se vio abandonado del Padre hasta el punto de
exclamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. (Mt.
27, 46).
No hay comentarios:
Publicar un comentario