San Juan de la Cruz: Subida del Monte Carmelo. |
Los apetitos de que habla San Juan de la Cruz, los cuales esclavizan el alma y no
la dejan crecer, lo explica perfectamente en la Subida del Monte Carmelo. Por
ejemplo: al oído le gusta oír cosas agradables, como música del gusto de la
persona, alabanzas, que hablen bien de ella, que la tengan por buena, etc.
La vista es curiosa y desea ver toda clase de objetos e
imágenes, etc. El olfato busca lo que le agrada, oler perfumes, buenas comidas.
Al paladar igualmente le gustan manjares. Todos estos son exteriores, pero son
las puertas por donde entran en el alma.
Ya que alude a la Subida del Monte Carmelo de San Juan de la
Cruz, conozcan algunas de sus palabras:
“Privando el alma de su apetito en el gusto de todo lo que
el sentido del oído puede deleitar, según esta potencia se queda el alma
a oscuras y sin nada. Y privándose del gusto de todo lo que al sentido de la
vista puede agradar, también según esta potencia se queda el alma a oscuras
y sin nada. Y privándose de toda la suavidad de olores que por el sentido
del olfato el alma puede gustar, ni más ni menos según esta potencia, se
queda a oscuras y sin nada. Y negando también el gusto de todos los manjares
que puedan satisfacer al paladar, también se queda el alma a oscuras y
sin nada. Y, finalmente, mortificándose el alma en todos los deleites y
contentamientos que del sentido del tacto puede recibir, de la misma
manera se queda el alma según esta potencia a oscuras y sin nada”. (2
Subida 3, 2).
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