Víctor con su hermano José Francisco abrazando a su padre Daniel. |
El primer recuerdo que tengo de mi hermano Víctor, data de mi infancia. Él y yo dormíamos juntos, y él, lo primero que hacía al levantarse, era ponerse de rodillas sobre la cama y rezar ante un crucifijo que había a la cabecera de la cama, cosa que a mí me edificaba, aunque no le imitaba. JOSÉ FRANCISCO
Las palabras se olvidan, pero los ejemplos, aunque no se
sigan, siempre perduran. Es el caso de José Francisco con su hermano Víctor,
que tuvo que llamarle con frecuencia la atención, sin que le hiciese caso, pero
admiraba su buen ejemplo, y fue ese buen ejemplo de Víctor el que le hizo
cambiar de vida para entregarse como él al Señor.
José Francisco fue un niño simpático pero sumamente travieso
que hizo pasar muchos apuros a sus padres. Baste una anécdota para retratarle.
Cuando tenía unos nueve años, su padre le mandó a Saldaña a comprar una reja
para el arado. Después de comprar la reja se fue al bar de su tío Benigno donde
se encontró con unos jóvenes del pueblo que le invitaron a beber vino hasta que
consiguieron emborracharle. Al regresar al pueblo, como era monaguillo, nada
más dejar la reja en casa, se fue a la iglesia porque se celebraba un entierro,
y a él, como monaguillo, le tocó llevar la cruz. Al llegar al cementerio y
colocarse junto a la sepultura se tambaleaba de un lado para otro con peligro
de caer él mismo en la sepultura. Ya pueden imaginarse la vergüenza que pasó su
padre presenciando esa escena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario