sábado, 1 de julio de 2023

Florecillas. Abuelos ejemplares.

Víctor y Asunción ya ancianos en su hogar.


Cuando os miraba juntos, caminando de la mano, sentía que así es como quería yo estar dentro de cincuenta años, sentada en mi casa junto a la persona que durante toda una vida me ha cuidado, tal y como lo han hecho mis abuelos de forma recíproca. El amor y la educación que he recibido por parte de mis abuelos, me hace saber que son esas dos personas ejemplares que quiero seguir; mis dos padrinos, hoy se convierten en mi ejemplo. SARA (Nieta)

 

Teresa de Jesús comienza el primer capítulo de su autobiografía con estas palabras: “El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin. Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos estos. Con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme, de edad, a mi parecer de seis u siete años. Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud” (V. 1, 1). Los resultados de esos ejemplos, todos los conocemos.

 

San Antonio de Padua dice que “la palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras. La norma del predicador es poner por obra lo que predica. En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras”.

 

Víctor hablaba con entusiasmo del Señor, pero era el ejemplo de su vida lo que hacía que los corazones cambiaran, como en el caso de Sara. Por eso confiesa: “El amor y la educación que he recibido de parte de mis abuelos (maternos), me hace saber que son esas dos personas ejemplares que quiero seguir. Hoy se convierten en mi ejemplo”.

 

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