La fuerza unitiva del amor es la perfecta unión de
voluntades, al desarrollarse ha vaciado el alma de todo querer contrario al
divino, y es movida para amar solamente a Dios, de ambas voluntades se hace una
sola, esta unión es la esencia de la santidad del alma.
Las gracias místicas, no son necesarias para llegar a ella,
solo pueden ayudar a enamorarse de Dios y así llegar a unión de voluntades,
cuanto más generoso se camine en este sentido, más pronto se llega. La
imitación de Cristo es el camino perfecto para esta unión. Él nos muestra el
camino y nos procura los medios para alcanzarla, nos lava y purifica nuestras
almas con su sangre, con su carne nos alimenta y miles de veces al día renueva
en el altar su sacrificio en nuestro favor y está ayudándonos y distribuyendo
sus gracias según nuestras necesidades, nos envía al Espíritu Santo, nos da a
su Madre para que nos proteja y sea nuestro refugio en las horas difíciles.
Generalmente, las personas contemplativas, suelen recibir
gracias místicas e incluso experimentar fenómenos extraordinarios, como
visiones, locuciones, éxtasis, etc., que no constituyen la santidad, ya que la
santidad consiste en la perfección del amor y en el servicio eclesial.
San Juan de la Cruz tiene unas palabras a los directores
espirituales para que orienten a las personas que reciben esas gracias: “Encamínenlas
en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos de todas aquellas cosas, y
dándoles doctrina en cómo han de desnudar el apetito y espíritu de ellas para
ir adelante, y dándoles a entender cómo es más preciosa delante de Dios una
obra o acto de voluntad hecho en caridad, que cuantas visiones y revelaciones y
comunicaciones puedan tener del cielo, pues éstas, ni son mérito ni
demérito; y cómo muchas almas, no teniendo cosas de estas, están sin
comparación mucho más adelante que otras que tienen muchas” (2 Sub. 22, 19).
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