Víctor sonriente en plena vejez y con alzheimer. |
Recuerdo con cariño momentos en la residencia donde me miraba
con ternura o me cogía de la mano; excepto cuando veía a la abuela, que se
iluminaba el rostro y corriendo sólo quería ir a su lado. Momentos en que su
mirada irradiaba alegría. REBECA (Nieta)
La sonrisa de Víctor era tan especial, que hasta los niños lo
percibían, y les atraía y les transmitía confianza para acercarse a él. Rebeca, añade
que su mirada no solamente era tierna, sino que también “irradiaba alegría”.
Nunca ha dicho Rebeca elogio semejante de otras personas; ni siquiera de sus propios
padres.
Víctor vivía en paz con Dios, consigo mismo y con los demás,
y esa paz tenía que transmitirse sin que él se enterase. Hasta los animales
percibían esa paz y se le acercaban sin miedo. Seguro que su sonrisa se
asemejaría a las sonrisas de Jesús, de María y de José; por eso transmitía
tanta paz y alegría.
Esa sonrisa la conservó toda su vida, incluso cuando su
enfermedad de alzheimer estaba muy avanzada, pues de vez en cuando tenía
momentos de cierta lucidez, momentos en los que intentaba expresar con palabras
lo que sentía en su corazón, pero ya no podía. La escena a que alude Rebeca,
sucedió pocos días antes de su fallecimiento. Su sonrisa era la expresión
externa de la paz que experimentaba en su interior.
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