Rebeca el día de su primera comunión con sus abuelos y su hermanita Sara. |
Recuerdo con mucho cariño cómo se le acercaban los animales,
cómo llamaba siempre a los perros y también el carrito con ruedines que me hizo
para bajar por la cuesta de la calle y así aumentar mi diversión. Era muy
alegre. No le he visto enfadarse, al menos con sus nietos. REBECA (Nieta).
Los habitantes de Velillas del Duque, como los de todos los
pueblos de la comarca, tenían en torno al corral de sus casas una serie de construcciones,
como la cuadra para vacas o mulas, pocilga para los cerdos, conejeras para la
cría de conejos, un pequeño gallinero etc., para ayuda en las tareas agrícolas
y para sustento de la familia, y nunca faltaban al menos un perro y un gato.
En el hogar de Víctor no hubo ninguno de estos animales, pues
cuando fue a vivir a Velillas, ya no tenía fuerzas físicas para atenderlos, ni
los necesitaba para su sustento.
Pero lo curioso es que los gatos andaban por sus tejados y
bajaban al patio, los gorriones anidaban por todas partes y las golondrinas
hacían sus nidos incluso en el portal de entrada a la casa a la altura que sus
nidos podían ser alcanzados por cualquiera.
Parece que los animales se sentían seguros y atraídos por
Víctor como pasaba con San Francisco de Asís y se acercaban a él. Por eso hasta
perros del vecindario le seguían, especialmente cuando caminaba hacia el Río
Carrión con algunos de sus nietos. Su nieto Ignacio recuerda escenas
entrañables en ese sentido.
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