Víctor y Asunción con las 4 nietas más pequeñas. Laura es la que está a la derecha de Víctor. |
En una de nuestras últimas visitas, se pasó la tarde en
silencio meditativo y cuando te acercaste cariñosa (se refiere a la abuela) a
preguntarle: “¿En qué piensas?” Él contestó. “Para Dios”. Eso me hizo pensar
que, hasta el último momento, dedicaba esos largos silencios, sentado, mirando
al suelo, a rezar, de la manera en que su estado se lo permitiera, y aunque sus
pensamientos y sus palabras eran muy limitadas, giraban siempre en torno en lo
que para él fue lo esencial en la vida. Laura.
Hay un refrán que dice: “De la abundancia del corazón, habla
la boca”. ¿De qué habla una mujer que acaba de ser madre? ¿De que hablan los
deportistas? ¿De qué hablan los enamorados? ¿En quien podía pensar Víctor,
cuando ya no podía expresarse, sino en Dios, a quien llevaba en el corazón? Así
lo manifiesta Víctor con estas palabras:
¡Señor mío y Dios mío! Tú me has iluminado para ver que yo
mismo soy el aposento donde estás escondido. Alma mía, alégrate y considera que
tu bien y esperanza está en ti, y no puedes estar sin Él. ¿Qué es lo que puedo
buscar y desear fuera de mí, si Tú te has dignado establecer tu morada dentro
de mi alma? Aquí, dentro del santuario de mi alma y corazón te quiero amar,
desear, adorar y glorificar, y no saldré más a buscarte fuera de mí.
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