Cuanto más ama el alma a Dios, más crece en ella la caridad,
y así está más capacitada a recibir las mociones de este Don y su conocimiento
sabroso que es poderosísimo para aumentar la caridad, aumentando la fuerza que
la une a Dios, así el alma se siente presa de Dios y atraída irresistiblemente,
y le gusta espiritualmente, y de esta oración sale tan llena de Dios, que todo
lo ve y considera con relación a Él.
Tenemos que prepararnos humildemente. El Señor nos dijo, “que
estas cosas les están escondidas a los sabios y prudentes según el mundo y se
las revela a los pequeñuelos” (Mt 11, 25 y Lc 10,21). San Juan de la Cruz nos
dice: “Sólo aquellos que van teniendo sabiduría de Dios, que como niños
ignorantes, deponiendo su saber, andan con amor a su servicio” (1 S 4, 5).
Las personas que se dejan guiar por el Don de Sabiduría, ven
todas las cosas desde el punto de vista de Dios, tanto en los asuntos grandes
como en los sencillos. En todo ven la mano de Dios, incluso en el insulto, en
la calumnia, etc., pues de inmediato se remontan a Dios que lo permite para
ejercitarlos en la virtud de la humildad.
El Don de sabiduría lleva a muchas almas al heroísmo de la
caridad hasta el punto de morir a su propio yo para amar a Dios con amor
purísimo y anhelan tanto el cielo, que desean estar con Dios para amarlo con
mayor intensidad aún y sin interrupción. Pero, si por un imposible, pudieran
amar y glorificar más a Dios en el infierno que en el cielo, preferirían los
tormentos eternos.
Es el caso de Santa Teresita que llega a decir: “Una
noche, no sabiendo cómo testificar a Jesús que le amaba y cuán vivos eran mis
deseos de que fuera servido y glorificado por doquier, me sobrecogió el
pensamiento triste de que nunca jamás, desde el abismo del infierno, le
llegaría un solo acto de amor. Entonces le dije, que con gusto consentiría
verme abismada en aquel lugar de tormentos y de blasfemias para que también
allí fuera amado eternamente. No podía glorificarle así, ya que Él no desea
sino nuestra bienaventuranza; pero cuando se ama, se ve uno forzado a decir mil
locuras”.
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