miércoles, 8 de febrero de 2023

Florecillas. Amor a los nietos.

Raquel y Carlos con sus abuelos Víctor y Asunción
el día de su primera comunión.


Recuerdo lo mucho que nos quería a los nietos. De pequeños, con Carlos y conmigo estaba siempre cuidándonos y sobre todo jugando a las canicas, en los columpios… Él, de paso y de vez en cuando, aprovechaba para decirnos algo de Dios, lo que él llevaba en su corazón. No era forzado ni pesado, pero a veces eran verdaderas catequesis, hasta recuerdo que nos llegó a hablar de la Santísima Trinidad, que cómo podían ser tres personas, si era un solo Dios. Y yo pensaba como niña si no se daría cuenta de que nosotros notábamos que nos hablaba de estas cosas. Raquel.

 

Si en algo coinciden los ocho nietos de Víctor, es en que les quería entrañablemente y por eso compartía sus juegos y aprovechaba para hablarles de Dios con un lenguaje asequible a su mente y sin impedirles continuar con sus entretenimientos.

 

La llegada del abuelo al hogar de sus nietos era siempre para ellos motivo de alegría, pues les garantizaba momentos de entretenimiento, bien en el hogar participando con ellos en juegos como las canicas, tirándose al suelo para poder competir con ellos, bien con juegos más sedentarios, como el parchís y la oca, bien sacándoles a pasear a los parques para balancearles en los columpios etc.

 

Víctor gozaba viendo alegres y felices a sus nietos, y como la mayor felicidad y permanente solamente se la puede dar el Señor, aprovechaba para hablarles de Dios con tanta espontaneidad y cariño, que, como dice Raquel, “no era forzado ni pesado” al contrario, les resultaba agradable, ameno e interesante.



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