P. Francisco Brandle durante su intervención como Vicepostulador. |
Su conversión, ligada a la situación de descalabro económico
vivida en la confianza en Dios, le abrió el camino para una intensa vida de
oración y trato con Dios, iluminado por la doctrina de los místicos del
Carmelo, llegó a ser testigo fiel de cuanto ellos enseñan como fruto de sus
vidas, para madurar en una vida cristiana plenamente teologal en el que se
refleja el camino de las bienaventuranzas como acabamos de recordar.
Es esta la faceta que quiero resaltar por lo apropiado que es
en el momento que atraviesa la Iglesia. Sin minusvalorar la vida de entrega que
tantos cristianos ofrecen como testimonio de su fe, conviene resaltar que hoy
más que nunca ese testimonio creyente ha de nacer de una vida profunda de trato
con Dios que ha de cultivarse en la Iglesia al estilo de nuestro Hº. Víctor: “Es
muy necesario rezar, y que cuando vamos a ver al enfermo, debemos darnos cuenta
que si no estamos llenos de Cristo, mal se lo podemos transmitir al enfermo”.
Creemos que en una sociedad desarrollada, en la que se puede descubrir el mal
hacer, hay que reconocer también los adelantos sociales que permiten operar a
un anciano sin muchas esperanzas de vida, sólo para hacerle más digna y
saludable la vida que aún le quede.
La atención generosa y desinteresada en el campo de la
medicina o la educación se hace también en nuestra sociedad por buenos
profesionales que al tiempo que cumplen con su deber, se sienten llamados a ser
generosos en su entrega. Ello está pidiendo que la impronta la dé no la acción
en sí, sino la última motivación que a ello nos mueve, y que en Víctor
claramente se ve era su vida contemplativa, entendida en el más genuino
sentido, tal y como le enseñaba San Juan de la Cruz: contemplación no es
otra cosa que la infusión de la vida divina, haciéndose fuente de luz y amor.
A esta vida, así hecha contemplativa, llegó nuestro Hº. Víctor a través de una
honda vida de oración, en esa dimensión amorosa, sin palabras, que llama San
Juan de la Cruz; advertencia amorosa. Tenemos claros testimonios de este
ejercicio orante, y de cómo lo vivía, a través de los testimonios y de sus
escritos, a ello queremos dedicar estas últimas palabras de mi petición. Continuará…
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