P. Francisco Brandle prestando juramento sobre Los Evangelios de cumplir fielmente con su misión de Vicepostulador. |
En este camino testimonial y de dirección de quienes se
acercan a este trato silencioso con Dios, aclara perfectamente lo que pueden
ser purificaciones de Dios o tentaciones. Afirma con verdad, que el demonio no
puede entrar en el alma, y las tentaciones serían superficiales. Pero cuando
son purificaciones de Dios, que desde dentro purifica, entonces se establece la
lucha que tiene el alma de desear toda la confianza en Dios, y lo contrario que
siente dentro de sí… “Por eso, en este estado, no podrás hacer más que
jaculatorias y quizás recitar padrenuestros, avemarías y salves, implorar
continuamente al Espíritu Santo y poner la mente en la oración del Huerto,
donde las tristezas del alma y las angustias le hicieron sudar sangre a Cristo”
(Carta a su hija Begoña).
Buen conocedor de San Juan de la Cruz, al que leyó
asiduamente en sus días de retiro en las Batuecas, recoge su enseñanza y la
divulga entre quienes le preguntan de modo sencillo y práctico. Sabe bien
enseñar a ordenar las afecciones desordenadas a las cosas, que Juan de la Cruz
llama apetitos. Sabe preparar al orante con una vida humana regida sabiamente
por la fe, la esperanza y el amor, que purifican el entendimiento, la memoria y
la voluntad.
Para concluir estas palabras y como signo de su honda vida de
oración y espiritualidad, en medio del mundo, no podemos dejar de aludir a la
riqueza que supone su trato epistolar con una religiosa agustina, a la que
conoció antes de entrar en el convento, en la Iglesia a la que, tanto él como
ella acudían antes del trabajo a hacer sus momentos de oración, son testimonio
claro del mutuo enriquecimiento, pero siendo el seglar quien responde a las
dudas y preguntas de la religiosa: “Querría poder contestar a todos los
puntos que manifiestas. Verdaderamente el Espíritu Santo nos ayudará a penetrar
en su infinita misericordia” (Carta de 3 de enero de 2005).
Hemos querido hacer hincapié en esta dimensión contemplativa
de la Vida de Víctor, porque es un claro testimonio de que la Iglesia
encontrará en él un aliciente para invitar a los creyentes a vivir su fe desde
una honda experiencia de Dios, nacida de la vida de oración, aprendida en la
escuela de los grades místicos.
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