Víctor y Asunción con su nieta Raquel en Sabarís el día de su toma de hábito. |
Cuando pasaba parte de sus vacaciones con su familia en
Sabarís, su vida diaria seguía dedicada a la oración, a cuidar y servir a la
familia. Cocinaba para nosotros, así, cuando llegábamos de la playa su esposa e
hijos, teníamos la comida ya preparada (Begoña).
Víctor, desde que consiguió empleo en la Embotelladora de
Pepsi-Cola en Madrid, tuvo que dividir sus vacaciones, pues la empresa le
concedía la mitad de esas vacaciones en las fechas que a ella le convenía,
nunca en los meses de más calor, pues era cuando más demanda tenía, y la otra
mitad en la fecha que él eligiera.
Las fechas de vacaciones que le señalaba la empresa, las
pasaba generalmente en el desierto de San José, que los padres carmelitas
descalzos tienen en Las Batuecas (Salamanca), dedicado a descubrir la voluntad
de Dios a través de la oración y de la dirección espiritual con el P. Valentín de San José.
La otra mitad de las
vacaciones, que solía ser en el mes de septiembre, cuando disminuía la demanda
de pepsi-cola, solía compartirla con su familia en Sabarís (Pontevedra). Para
su esposa Asunción, esos días al lado del mar, eran muy necesarios para su
salud. Pronto hicieron amistad con Dº. Carmiña, que les reservaba parte de su
casa.
Victor con su hija Begoña y su hermano el P. José Francisco en Sabarís. |
Por el testimonio de su hija Begoña, nos damos cuenta de que esas vacaciones no le apartaban de su trato íntimo con el Señor, pero a la vez descubrimos otra faceta importante de su vida: la de compartir y servir a su familia. Mientras su esposa, varios de sus hijos y de sus nietos se acercaban a la playa para bañarse y tomar el sol, él, con la mayor
naturalidad, se dedicaba
a prepararles la comida con auténtico cariño, y por cierto, lo hacía muy bien.
A primera hora del día acudía a la celebración de la
Eucaristía en la Iglesia de las Carmelitas Descalzas, y muchas tardes sacaba
tiempo para visitar, acompañar e infundir esperanza a los enfermos.