miércoles, 8 de septiembre de 2021

Habla Víctor Aridez (II)

Monje en oración con corazón contrito y humillado.

Anteriormente hemos hablado de la purificación pasiva. Este estado de aridez es muy frecuente en las almas aventajadas en oración y virtud y puede ser la señal de entrada en oración contemplativa. Tener en cuenta esta advertencia: tal como no se tiene gusto en la oración, tampoco se tiene de las cosas del mundo; se tiene que sentir inclinada a las cosas de Dios. Aun a pesar de lo duro que es permanecer orando en este estado, por ningún concepto recortar el tiempo. Este tiempo es muy meritorio, por estar amando a Dios solamente con la voluntad, y además seca
.

 

Por experiencia propia y por la doctrina de San Juan de la Cruz que conocía perfectamente, nos habla de esa experiencia que suelen pasar muchos de los que se dedican a la oración para conocer mejor la voluntad de Dios y para aumentar su amor a Dios y al prójimo, y es que, cuando más ilusionados y felices se encuentran en esos momentos de oración experimentando su amor, de repente, o poco a poco, como que se va perdiendo el fervor, y el tiempo dedicado a la oración se torna en un suplicio.

 

Joven orando con preocupaciones y dolor.

Como muy bien indica Víctor, esta aridez puede ser presagio de que el Señor le quiere llevar a la oración contemplativa en la que desaparecen las meditaciones y consideraciones piadosas para dar paso a una oración contemplativa, en la que se experimenta directamente la presencia de Dios y su amor, sin necesidad de reflexiones.

 

San Juan de la Cruz, en “Dichos de amor y luz” tiene un consejo muy orientador para estos casos: “Nunca falte a la oración, y cuando tuviere sequedad y dificultad, por el mismo caso persevere en ella, porque quiere Dios muchas veces ver lo que tiene el alma, lo cual no se prueba en la facilidad y gusto”.




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