sábado, 4 de septiembre de 2021

Florecillas. Compartir con los pobres.

 La multiplicación de los panes y los peces.

Para Víctor, el bienestar de sus familiares era muy importante. En casa teníamos lo justo y lo necesario, ningún lujo, nada superfluo. Las necesidades materiales estaban cubiertas y siempre había para compartir con los pobres y necesitados” (Begoña)

 Víctor no fue franciscano, pero desde niño aprendió en el hogar paterno el valor de compartir con los pobres los alimentos que el Señor les concedía mediante su trabajo digno y honesto. Siempre había algo para quien se acercaba solicitando ayuda y vio como hasta se le invitaba a comer con la familia, como si de un familiar cercano se tratase, a un pobre que se acercaba una vez al año. Ahí surgió su amor a los pobres.

Entendió desde niño, que lo que se hacía con los pobres, se hacía al mismo Cristo, que ha querido identificarse con ellos. Y eso es lo que enseñó con su ejemplo a los hijos, como comprobamos por las palabras de su hija Begoña.

 Mendigo recibiendo pan como limosna.

Efectivamente, en el hogar de Víctor, a partir de su fracaso económico, siempre se vivió con dignidad, sencillez y pobreza, pero ahí sucede lo admirable, y es que, a pesar de la pobreza, “siempre había para compartir con los pobres y necesitados”. 

A veces uno se pregunta, cómo muchos ricos, que nadan en la abundancia, no tengan nada para ayudar a los pobres, mientras que algunos pobres, que se ganan el alimento  día a día, sean tan generosos y se sienten tan felices compartiendo su pobreza.



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