Procesión del Corpus Christi por las calles.
“El día del Corpus Christi me llevaba con él a la
procesión. El Santísimo salía en las andas de la Ciudad de los Ángeles.
Nosotros vivíamos en Villaverde Bajo, en un barrio llamado Oroquieta. Papá se
paraba en un lugar a lo largo del recorrido esperando el paso del Santísimo. En
cuanto veía al Señor aproximarse, se arrodillaba en la calle y me decía que
hiciese lo mismo” (Begoña)
Víctor fue un enamorado de la Eucaristía. Aprovechaba todas
las oportunidades para estar con Jesús, especialmente en la comunión y en la
adoración al Santísimo. Era feliz a su lado.
Por eso quería sembrar esos mismos sentimientos en los
corazones de sus hijas, especialmente en las dos más pequeñas, nacidas después
de su conversión. Para conseguir que se acercaran con alegría y llenas de
esperanza a la Eucaristía, elegía los momentos que más les podía impactar para
que se les quedasen bien grabados en su mente y en su corazón, como eran las
celebraciones del Jueves Santo y las procesiones del día del Corpus Christi.
Víctor, Asunción y su hija Begoña ante el Santísimo en Sabarís.
Y parece que su táctica dio resultado, pues si en este caso,
a Begoña se le quedó impresa la imagen de su padre arrodillándose ante el
Santísimo humildemente en medio de la multitud, sin tener en cuenta que le
pudieran tildar de beato, lo mismo la sucedió a Eva al ver a su padre
ensimismado ante Jesús expuesto en el Monumento un Jueves Santo.
¿Cuál ha sido el resultado? Ambas son fervientes amadoras de
Jesús Sacramentado, todos los días participan en la celebración Eucarística, le
reciben en la Comunión y aprovechan los momentos que las ocupaciones se lo
permiten, para pasarlos a su lado, Eva como religiosa carmelita descalza y
Begoña como virgen consagrada a su servicio.
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