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Víctor y Asunción con sus nietas Rebeca y Sara. |
“Un verano no tenía con
quien dejar a mis hijas pequeñas. Quería llevarlas a Velillas del Duque, pero
tenía que ser en sábado y regresar, porque el domingo no había autobús para
Velillas. Mi madre y mi hermano Luis empezaron a ponerle pegas y, ¿a quién
encontré en la estación de Palencia? A mi padre (ya enfermo) con su sonrisa
para las niñas y se las llevó al pueblo sacándome de un gran apuro”
(Teresa).
Más de una vez hemos hablado
de que a los nietos de Víctor les encantaba que llegara el verano para que sus
padres les llevasen unos días con los abuelos a Velillas del Duque. Todos ellos
guardan recuerdos entrañables que les hace añorar su infancia feliz al lado de
sus abuelos.
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Víctor y Asunción con Rebeca y Sara el día de la primera comunión de Rebeca |
Recuerdan las comidas tan
especiales de la abuela Asunción, que se pasaba las mañanas preparando las
comidas que más les gustaban y de las que era una especialista. Pero lo que
jamás olvidarán son los paseos con el abuelo cariñoso y consentidor que les
acompañaba en sus juegos y aventuras. Lo maravilloso del caso es que, hasta las
cosas religiosas se las hacía vivir como si de una aventura se tratara para que
les resultasen amables.
Y es que el amor que les
tenía y el amor que tenía a Dios, le inspiraba cómo debía acercarlos a Él a
través de su cariño y dedicación. Cada nieto se consideraba muy querido y muy
valorado por el abuelo, que no tenía inconveniente en abajarse y hacerse un
niño con los niños.
Por sus nietos tan queridos no
escatimaba realizar los esfuerzos que fueran necesarios, con tal de verles
felices. El caso de ir a Palencia a recibir y hacerse cargo de de Rebeca y Sara,
es un exponente de ese cariño. Sólo con ver la sonrisa con que las acogía, ¿Cómo no se iban a alegrar con su presencia? El amor hace milagros y hace a uno
hasta olvidarse de las enfermedades y de los achaques.