San Juan de la Cruz:. Noche oscura del alma para llegar a la unión con Dios |
El sufrimiento que se
produce en este estado produce lágrimas de dolor por la maldad que se ve en sí
misma, que antes era mayor y que no veía; con esta luz queda totalmente al descubierto,
se considera impotente y miserable, adquiere una humildad totalmente
desconocida para ella y se ve obligada a postrarse y pedir luz y guía en este
nuevo caminar. Es este paso, que parece tan calamitoso, una gracia muy especial
para quien la recibe, que la puede llevar, si sigue los pasos, a un estado de
unión con Dios.
Hablando Víctor de su propia experiencia durante sus estancias en Batuecas en que el Señor le iba purificando de todas sus imperfecciones para llevarle a la unión con Él, Dice: “El espíritu Santo de la mano me tomaba y todas mis miserias me mostraba. Tan miserable me vi, que sólo llanto de dolor tenía, que si esto no tuviera, peor lo pasara”.
Jesús culmina su noche oscura en Getsemaní.
Las palabras de San Juan
de la Cruz son aún más crudas: “La pena que el alma aquí padece es a causa
de otros dos extremos, conviene a saber, divino y humano, que aquí se
juntan. El divino es esta contemplación purgativa, y el humano el sujeto
del alma. Que como el divino embiste a fin de cocerla y renovarla para hacerla
divina, desnudándola de las aficiones y habituales propiedades del hombre
viejo, en que ella está muy unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica
y decuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y honda
tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo en la haz y
vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel: así como tragada de una
bestia, en su vientre tenebroso se sintiese estar digiriéndose, padeciendo
estas angustias como Jonás en el vientre de aquella marina bestia (Jon, 2, 1).
Porque en este sepulcro de oscura muerte le conviene estar para la espiritual
resurrección que espera…
Pero lo que esta doliente
alma aquí más siente, es parecerla claro que Dios la ha desechado y,
aborreciéndola, arrojado en las tinieblas; que para ello es grave y lastimera
pena creer que la ha dejado Dios” (2N 6, 1-2).
Con estas palabras y expresiones tan fuertes, expresa San Juan de la Cruz la purificación que el Señor lleva a cabo en las almas, para llevarlas a la perfecta unión de amor con Dios posible en esta vida.
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