Hortensia Sousa celebrando la fiesta de Santa Teresita. |
El primero de octubre del 2020, día de Santa Teresita, fue declarada la inocencia de una persona muy querida. Dios iluminó la mente de los jueces para que vieran la verdad y los liberó de presiones que les impedía ser justos. Ese día recibí una llamada telefónica y escuché una voz que me decía: Pasó Todo… Se acabó…Se acabó.
Lloré sin parar. Esta vez mis lágrimas eran de agradecimiento
a Dios, a nuestra madre María, a Santa Teresita y a todas las personas que
oraron para que cesara el tormento. Ese momento quedó grabado en mi corazón
como “el día que actuó el Señor. Sea nuestra alegría y nuestro gozo. Dad
gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Enseguida me fui a la Iglesia. Necesitaba asistir a misa, seguir dando gracias al Señor. Allí me recibió Jesús con los brazos abiertos. También estaba el retrato de Santa Teresita. Lo tenían colocado para celebrar su día y recibir las bendiciones que ella prometió enviar desde el cielo: una lluvia de rosas.
Hortensia (la que tiene la imagen de la Virgen) con un grupo de carmelitas seglares.
Pero quiero agradecer, muy especialmente a Víctor Rodríguez. A él pedimos su intercesión ante Dios. Víctor fue un padre de familia, tuvo esposa, hijos y nietos, podía comprender perfectamente la difícil situación que estaba viviendo. Gracias a su posible intercesión, el problema se solucionó, y se recibieron las fuerzas necesarias para resistir hasta el final.
Cuando me enteré del proceso de beatificación de Víctor Rodríguez, me interesé en conocerle. Conseguí el libro de su biografía, “Vida impactante de un cristiano de a pie”, lo leí con interés y deleite ante una vida santa de un hombre bueno, generoso, un hombre de oración, que sufrió mucho y nunca perdió la fe. Al descubrir que los dos pertenecimos al carmelo seglar, fue algo que nos unió. También hice la novena en su honor. Leí otro libro sobre él: “Víctor, sonrisa de paz”. En la foto de portada se parece a su hermano el P. Juan Luis, que fue mi director espiritual muchos años y fue quien me habló de Víctor y quien me había presentado a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, maestros espirituales que cambiaron mi vida e hicieron que amara a Dios sobre todas las cosas. Dios, en su infinita misericordia ya me había regalado este salmo: “Pero a mí me das la fuerza de un Búfalo”.
Seguiré pidiendo a Víctor su intercesión para que se superen
los traumas de esa injusticia y poder vivir unidos, agradecidos de Dios y
llenos de amor por siempre.
Santo Domingo, día 5 de octubre de 2020.
Hortensia Sousa de Baquero
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